I

217 6 0
                                    

Es el día de la cosecha.
Me he levantado más temprano de lo usual. Aunque la realidad es que no he podido dormir en toda la noche.
¿Y si llaman mi nombre esta vez?
Me remuevo incómoda en las gastadas sábanas que envuelven mi cama. La cabeza me da vueltas. No aguanto el martirio que la incertidumbre me está causando.
¿A quién llamarán si no es a mi?
Al fin y al cabo, mi nombre sólo está las cinco veces correspondientes a mi edad. No he pedido ninguna tesela desde que tengo doce años. Las posibilidades son una en miles, no seré yo.
¿O sí?
Estoy tan asustada. No quiero morir aún. Pero se me estruja el corazón de saber que en unas horas firmarán la sentencia de muerte de dos personas de mi distrito. O probablemente el destino lleno de riquezas y poder de una sola. Veinticuatro competidores y un sólo vencedor.

Siento la espalda bañada en sudor frío. El silencio es ensordecedor. Casi puedo escuchar el latir de mi corazón.
Mi padre llama a la puerta pasada una hora. Él sabe lo mal que la estoy pasando, sabe que tengo miedo. Y él también lo tiene.
— ¿Mags? ¿Estás bien?

Me incorporo en la cama con lentitud. Le digo todo lo que puedo con la mirada y él se acerca más en su improvisada silla de ruedas, pone una mano sobre la mía y la aprieta.
— Tu madre te ha preparado el baño— la voz de mi padre me parece un poco más trémula que de costumbre, y eso sólo me asusta un poco más.— Sólo son dos años Mags, sólo dos años más en los que tu nombre estará en esa urna. No vas a ser tú.

— Pero si no soy yo, va a ser otra chica.

Año con año, escucho el suspiro de alivio de las demás cuando no las nombran. Les puedo ver alegrarse, inclusive sonreír porque no van a obligarles a luchar por su vida. Pero yo no consigo sentir otra cosa más que impotencia.

Me restriego la cara para quitarme las lágrimas secas de la noche anterior. El cabello que siempre me es un martirio mantener limpio, hoy no parece importarme y ni el agua tibia o el sofocante calor de la habitación logran conseguir que deje de temblar.
Cuando salgo del baño, mi cama está hecha y hay una camisa blanca con volantes y un pantalón color arena acomodados encima. Debo estar presentable por si debo ir al Capitolio.
El corazón me late con fuerza cuando me miro al espejo hecho con retazos de otros espejos, un rompecabezas que realmente nunca utilizo, parece estar solamente ahí para el día de la cosecha. Me recojo la larga mata de pelo cobrizo en una coleta alta que adorno con un listón que he conseguido en La Finca y me observo por un momento: en otras circunstancias, me hubiese gustado mi apariencia. Me he percatado que llevar pantalones altos me hace parecer más pequeña de lo que soy y mis facciones aniñadas no ayudan mucho, además de que la camisa me queda grande y tengo que fajarla.

Suspiro. Sólo dos años más de esto.

Al bajar al comedor, mi madre está sentada con ambos codos sobre la mesa y la barbilla recargada sobre sus manos, mi padre está frente a ella. Ambos se giran para mirarme y me regalan una reconfortante sonrisa que les devuelvo por mera cortesía; mamá estira su mano y la tomo, acariciando la cicatriz que tiene en el pulgar, luego me pide que me siente con ellos pues ha preparado una sopa de almejas, que he de decir, es deliciosa. Ella siempre se las arregla con lo poco que tenemos.

Es verdad que el Distrito 4 es de los mejor acomodados en Panem, sin embargo, nosotros no vemos mucho de esa riqueza. Nuestra industria es la pesca.
Mi padre es capitán de un pequeño barco pesquero al que bautizó con mi nombre porque según la tradición de los marineros, un barco con nombre siempre atraerá la buena suerte, ¡y vaya suerte! Hace poco más de un año que cayó por la borda en una tormenta y se partió la columna en una roca del puerto. Horace Flanagan, terco como una mula, ni siquiera vio como un impedimento el haber perdido la posibilidad de caminar para su trabajo en alta mar. Le he pedido muchas veces que me deje sustituirlo, pero cree que debo dedicarme de lleno a prepararme para los Juegos, porque "nunca está de más estar listo para lo que se avecine".

THE 11th HUNGER GAMES| Mags FlanaganWhere stories live. Discover now