II

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Siento un par de manos cogerme. Probablemente haya empezado a caerme y me hayan sujetado antes. Intento recordar cómo respirar; me siento completamente aturdida.

— ¡Mags Flanagan! ¿Dónde estás querida?

No hace falta que me abra paso entre la multitud, las personas empiezan a apartarse y me fijan un camino hasta el escenario. Inhalo y exhalo una y otra vez mientras empiezo a caminar. No quiero llorar, no quiero verme débil frente a las cámaras de televisión, pues durante la cosecha es donde se obtiene la primera impresión de los tributos.
Hay miles de miradas clavadas en mi, y a penas puedo coincidir con algunas que me expresan su más sentido pésame. Busco a Kai entre la multitud, pero él tiene la cabeza gacha y parece no querer mirarme.

Kether se levanta de su asiento y me extiende la mano para que suba las escaleras; no soy capaz de verle a los ojos. Me miro en una de las pantallas que han colocado en la plaza y puedo percatarme que se me han escapado unas cuantas lágrimas y se han alojado en mi barbilla. Me las quito de un manotazo.

Moira pide voluntarios. La regla es que, cuando se saca el nombre de un tributo de la bola, otro chico en edad elegible, si se trata de un chico, u otra chica, si se trata de una chica, puede ofrecerse a ocupar su lugar. Nadie da un paso adelante y la presentadora pide a todos que me den un aplauso, el cual suena apagado, casi melancólico. Cierro los ojos con fuerza.

— Bien, ahora el varón— Moira camina hacia la bola de los chicos y mete la mano hasta el fondo.— ¡Douglas Harrington!

Douglas es un muchacho escuálido que vive en una pequeña choza de paja en la Playa. En la escuela él es el simplón de mi grado, siempre lanzando chistes y bromas burdas que le han hecho acreedor de muchos castigos, pero supongo que así es como logra llevar el que sea objeto de burlas y maltrato por su posición económica y la condición física a la que está sujeto por no tener mucho qué llevarse a la boca. Le observo ahogar un sollozo poniéndose una mano en la boca. Al parecer soy la única a la que le importa guardar las apariencias. Lo único en lo que puedo pensar es en que me hubiese gustado convivir con él en otras circunstancias. Moira busca voluntarios de nuevo, y para sorpresa de todo el mundo, alguien avanza al frente.

Douglas rompe a llorar y no hace falta que Moira le diga que puede bajar del escenario porque él ya se ha escabullido entre la multitud y el voluntario se apresura a subir al podio para ocupar su lugar. Escucho el murmullo de asombro de todo el Distrito 4, observo sus caras de sorpresa y terror pues seguramente están pensando lo mismo que yo: ¿quién puede sentirse cómodo con la idea de matar o la posibilidad de morir?
Los chicos de las apuestas están obteniendo uno de los mejores espectáculos de este distrito y probablemente llenen sus bolsillos esta tarde.

Moira se gira para mirar al alcalde y este, extrañado al igual que todos, asiente.
Dejo escapar el aire que había estado reteniendo desde que llegó el turno de escoger al tributo masculino. Es un alivio para mi que Kai no esté a mi lado, pero no puedo evitar preguntarme si se le pasó por la cabeza ofrecerse voluntario para estar conmigo.

— ¡Maravilloso! ¡Excelente!— se apresura a decir ella en el micrófono.— En este distrito, es el primer voluntario— da unos rápidos aplausos, luce tan superficial.— ¿Cuál es tu nombre?

— Lachlan Regner.

— Y dinos, muchacho, ¿qué te ha inspirado a presentarte voluntario?

— Quiero traer orgullo a mi distrito— dice, erguido e imponente.

Lachlan va en último año de la escuela, es el hijo del alcalde. En los entrenamientos él siempre suele destacar por ser el mejor en combate cuerpo a cuerpo y tener una excelente puntería a lanzando cuchillos y lanzas, además de que todo el mundo lo conoce por sus lazos familiares y las influencias que estos le disponen. Kai y yo solíamos extrañarnos de su comportamiento sanguinario y su especial interés en los juegos. Ahora veo el por qué de ello.
Su respuesta consigue que me eche a temblar. El alcalde termina de leer el Tratado de la Traición y la voz se le quiebra un poco. Aún conmocionado, nos pide que estrechemos las manos y Lachlan me echa un vistazo con un lado de la boca curvado hacia arriba. Casi leo satisfacción en sus iris. Trago en seco.

THE 11th HUNGER GAMES| Mags FlanaganWhere stories live. Discover now