viii. Derecho y deber

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Vuelvo a asentir, y me bebo el vaso entero antes de llenar otro del grifo.

—Me voy a echar otra vez hasta que haga efecto la pastilla.

Samuel asiente, sonriéndome.

Camino lentamente hacia el dormitorio de nuevo. Dejo el vaso de agua en la mesita, y me quito los vaqueros antes de volver a meterme en la cama. Cierro los ojos de inmediato, la cabeza doliéndome otra vez por el cambio de posición tan brusco. Me intento distraer del dolor acordándome de Thyra y sus labios, y, no mucho tiempo después, la resaca hace que me vuelva a dormir, como si el café no hubiera hecho efecto.

 Me intento distraer del dolor acordándome de Thyra y sus labios, y, no mucho tiempo después, la resaca hace que me vuelva a dormir, como si el café no hubiera hecho efecto

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Mis pies me llevan solos de vuelta al lago.

No recuerdo cómo Gale y yo acabamos volviendo a casa, pero lo poco que sí logro rememorar me indica que nos vestimos de nuevo y volvimos a pie.

Cuando me desperté, por un momento pensé que nada había cambiado entre nosotros. Entonces, mientras estaba en la ducha, recordé de golpe los besos que nos dimos. Lo achaco al agua volviendo a golpear mi cuerpo, esta vez sin los brazos de Gale a mi alrededor.

No tardé en tomarme un café y una pastilla para la resaca y salir a dar un paseo. Ni siquiera me apetecía, pero le dije a mi padre que me sentía mejor de lo que de verdad mi cabeza me dejaba.

Ahora estoy aquí de nuevo, frente al lago, rodeada de árboles que protegieron nuestra intimidad la noche anterior mientras nos besábamos como una pareja que vive un amor prohibido.

Me siento en el suelo, contra uno de los árboles, y me llevo las manos a la cabeza.

Primero, me pregunto cómo es posible que me fuera en medio de la boda sin avisar a nadie. Ni siquiera nos despedimos de Sate y de su mujer, y si mi amigo recuerda mi repentina desaparición, es probable que no tarde en llamarme para saber qué ha pasado.

Después mi cabeza me hace recordar la guerra, como si mi cerebro pensara que la tregua que me dio el día anterior ya fue suficiente.

Al principio no noto que estoy llorando, pero entonces un ardor me inunda el pecho y me deshago en sollozos.

Veo a Boggs, a Jackson, a Finnick, a Cástor, a las hermanas Leeg... Y me pregunto cómo tengo la desfachatez de intentar ser feliz, de dejar enamorarme, cuando todos ellos están muertos. Cuando Eyna está muerta. Cuando mamá está muerta; cuando nunca conocerá a mi pareja o a mis hijos. ¿Cómo puedo olvidar que ellos ya no están? ¿Cómo me he podido permitir que Gale me bese, y cómo he podido besarle con esa intensidad de vuelta, si ellos no van a volver nunca? Ellos no van a poder ser felices, y me pregunto por qué yo he sido la que ha sobrevivido. ¿Por qué no Boggs? ¿O Finnick, que tenía una esposa y ahora un hijo al que nunca va a conocer? ¿Por qué no Jackson? ¿O las hermanas Leeg? ¿O Cástor, quien tenía un hermano vivo que le quería? Yo no tengo nada de eso.

Antes de la guerra, tenía un padre que no levantaba cabeza. No tengo hermana. No tengo madre. Y no dejé que Gale y yo nos besáramos en el sótano de Tigris porque no quería hacerme a mí misma pensar que tenía un amor por el que valía la pena vivir.

A STORM LIKE HER ━ Gale HawthorneNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ