iii. Los Juegos del Hambre

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CAPÍTULO TRES: LOS JUEGOS DEL HAMBRE

CAPÍTULO TRES: LOS JUEGOS DEL HAMBRE

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NO PUEDO QUEJARME de mi nueva vida

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NO PUEDO QUEJARME de mi nueva vida. Tengo mi propia habitación, y mi padre la suya. Él trabaja en mantenimiento, y nos vemos media hora todos los días en nuestros respectivos descansos. Ambos llevamos puesto ese estúpido uniforme gris que nos hace parecernos a los demás. De lo único que puedo quejarme, entonces, es de la dureza de Alma Coin. Aún puedo oírla quejándose cuando le dije que no podía disparar un arma. Había gritado durante tres minutos y después me había mandado al área de entrenamiento. Al parecer, había unos requisitos que cumplir antes de unirse a su gabinete.

—Puede que seas buena con los ordenadores —me había dicho—, pero esto es una guerra y necesitamos también soldados.

Aún me pregunto por qué cojones me dio a mí el trabajo entonces. Me obligué a aprender a disparar pistolas y rifles en menos de una semana, y se puede decir que ahora soy medianamente decente. Hay mucha física, muchos procedimientos mecánicos que tener en cuenta. No tengo talento pero sí perseverancia. La presidenta me ayudó con esto, porque durante esos días me dio horas extras en mi horario para practicar.

Sate me contó que ayer hubo un pequeño revuelo en la sala de mando cuando Peeta dijo que Katniss estaba embarazada. Nada del otro mundo, son perfectos actores.

Hoy es mi primer día en mi puesto y es también el primer día de los Juegos. Me despierto a la hora exacta que dice mi horario, me visto y bajo al comedor con mi padre. Ambos comemos en silencio una pasta asquerosa hecha de avena y nos tomamos de un trago el café aguado. Nos levantamos para irnos. Esto es el Trece, no el Capitolio: aquí no hay lujos.

Sate me acompaña a la sala de mando tras despedirme de mi padre. Ambos caminamos en silencio por los pasillos. Parece inquieto, como si algo no fuera bien, pero no le pregunto qué le ocurre. Probablemente sólo son los Juegos: estamos todos igual de inquietos. Se detiene tras las puertas de metal y me mira. Sus ojos cansados me estudian con paciencia. Debe de estar preguntándose si voy a joderlo todo. Le doy una sonrisa seca.

—¿Estás lista?

Asiento. Entonces, la puerta se abre y los dos entramos dentro, yo detrás de él. Saluda a todos, pero a mí se me atascan las palabras en la garganta. De repente me sudan las manos. Retengo el impulso de secármelas contra la parte baja del mono.

Ahí está, Alma Coin: oficialmente mi nueva jefa. Ya le he visto la expresión dura, el pelo gris y blanco y los ojos gélidos antes, pero ahora me mira como si esperase que yo fuera otra persona. Más gente camina por la sala, pero no les presto atención. Saludo a la presidenta y ésta señala con la cabeza a mi puesto.

Sate me acompaña hasta mi escritorio y, como ahora es mi superior de nuevo, me empieza a decir que le enseñe las cámaras del Doce. Asiento, y aunque me lleva un momento situarme y encontrarlo todo en el nuevo ordenador (mucho más avanzado que los del Tres), no tardo en desplegarlas sobre el monitor de plasma de la sala para que todos puedan verlas. En las otras pantallas, se reproducen los Juegos. Acaban de empezar.

La mayoría del Doce observa las pantallas, esperando a que comience la matanza, así que nosotros hacemos lo mismo.

La música suena por los altavoces, y aguanto el aliento cuando los tributos comienzan a aparecer sobre el agua. Las cámaras enfocan a Katniss, y no puedo evitar pensar que luce más angustiada de lo normal. Todos los tributos miran a su alrededor. Espero que Peeta y Katniss puedan nadar bien.

—Que los Septuagésimo quintos Juegos del Hambre empiecen —dicen por las pantallas—. Y que la suerte esté siempre de vuestra parte.

Quiero vomitar, pero consigo olvidar la muerte de mi hermana cuando comienza la cuenta atrás, suena el cañón, y todos se lanzan al agua. Katniss agarra el arco tras una carrera y tiene una charla con Finnick. Él la salva de otro tributo con el tridente. Se separan y vuelan las flechas de nuevo. Salpica el agua.

Me giro hacia mi ordenador, mirando el Doce. Algunas personas se llevan las manos a la boca. Veo a Prim, la hermana de Katniss, famosa ya en todo Panem, y a su madre. Se abrazan y recuerdo el propio dolor de mi familia, mío y de mi padre, cuando murió mi hermana. Suena un cañón. Vuelvo a mirar a la otra pantalla. Hay un cuerpo en el agua, Peeta aparece justo debajo. Todos suspiramos con alivio.



Al día siguiente, me despierto preguntándome cómo habrán continuado los Juegos. Los aliados de Katniss y Peeta estaban casi deshidratados la noche pasada, pero mi padre me informa que se quedó despierto un rato para verlos y un patrocinador les envió una espita. Cuando llego al comedor, me entero de que han pasado por una niebla venenosa y por monos asesinos.

Me trago el desayuno rápido, y de la que voy a la oficina central, comienzo a agobiarme. Me recojo la melena morena en una coleta y entro a la Sala de Mando. Consigo imágenes para Coin y envío sus transmisiones, pero la mayoría del tiempo me lo paso viendo los Juegos y escuchando a Coin y a Sate hablar sobre ellos. La amiga de Finnick Odair, la señora mayor, Mags, ha muerto. Johanna, y los dos tributos de mi distrito, Beetee y Wiress, se han unido a ellos. Los del Uno no tardan en llegar. Sate y yo bajamos la mirada cuando matan a Wiress. Katniss mata al chico y mi pecho se llena de alivio.

La cornucopia empieza a girar y todos salen despedidos. Katniss consigue salir del agua tras los giros. Vuelven a la playa.

—Esto es un puto descontrol —dice Sate—. Espero que Plutarch pueda controlarlo todo sin inconvenientes.

Me paso las manos por el pelo con ansiedad. El Capitolio los engaña con grabaciones en los charlajos, y entonces decido que son demasiadas emociones y me tengo que disculpar para ir al baño.



Las cosas se tuercen enseguida y parte de mí prefiere estar de vuelta en el Distrito Tres. Recibo una alerta de Alma Coin que me despierta en medio de la noche. Corro hacia los ascensores, aún poniéndome correctamente el mono, y cuando llego, veo caos en la sala. Las razones son evidentes: el Doce está siendo bombardeado y Katniss Everdeen acaba de volar en pedazos el patio de juegos de Snow.

A STORM LIKE HER ━ Gale Hawthorneحيث تعيش القصص. اكتشف الآن