Joder, yo no soy de los que se enamora, pero esa pequeña chica con un sueño más grande que ella ha robado mi corazón y no quiero que me lo devuelva.

— Eres tan alto... —Murmura poniéndose de puntillas para llegar a mis labios. No llega y sonrío abiertamente.

— No tengo ningún problema en agacharme un poco más —paso mi lengua por sus labios y me separo de ella.

La lluvia le molesta porque mira hacia arriba, hacia mí, la atraigo a mis brazos y la estrecho entre ellos porque no queda mucho para volver a la realidad y no sé cómo vamos a afrontarlo.

Me siento como en una burbuja y sé que va a estallarse de un momento a otro.

Salgo con ella del trigal y corremos a los establos, que es lo que está más cerca. Abro la puerta y entramos. Bambi pone los dedos alrededor de su pelo y lo exprime para quitar el agua que se acumula en él.

Lleva una camiseta mía puesta y se le pega a su cuerpo. No me puedo creer que la he tenido casi desnuda encima de mí. Tampoco me puedo creer que nadie la haya tocado antes, que yo sea el primero. Su cuerpo incita a pecar, y esa sonrisa picarona que pone a veces también.

Le hago una seña para que me siga y ella lo hace. Al final del establo, a ambos lados, ponemos las herramientas y demás, pero hay un hueco para poder sentarse.

Un hueco con un poco de paja y algunos barreños en la esquina. Me siento y me apoyo en la pared, sacando el paquete de cigarrillos mojado de mis pantalones.

— ¿En serio?

Bambi se sienta a mi lado, pongo un cigarrillo mojado en mi boca y la miro con una sonrisa en mis labios.

— Leo, está mojado, no va a encender.

Tiro la caja de cigarrillos e intento encenderlo, fracasando. Me río y tiro el cigarrillo al suelo.

— Está bien, no enciende.

— Claro que no enciende —recuesta su cabeza en la pared y me mira.

— Por supuesto, eres ingeniera de naves espaciales.

— ¿Y qué tiene que ver? El agua y el fuego no son compatibles.

Muerdo mi labio inferior y la miro. ¿Se siente ella como yo?

— Nunca había besado a alguien bajo la lluvia —le digo.

Ella me mira y puedo ver una pizza de brillo en su mirada. Levanta una de las comisuras de su labio y deja de mirarme.

— Yo tampoco.

— ¿Dónde fue tu primer beso, B? —Juego con el cigarrillo en mis manos.

— En la calle —responde.

— Tuvo que ser muy afortunado ese chico —intento volver a encender el cigarrillo.

— Sí, eso espero. ¿Y el tuyo?

— Jugando a verdad o atrevimiento con quince años. Esa chica me metió la lengua hasta la campanilla, nunca lo olvidaré.

Ella se ríe y me quita el cigarrillo de la boca. Junto mis labios en una fina línea y observo como ella pasa sus dedos a lo largo del cigarrillo.

— ¿Tan larga tenía la lengua?

— Una de las más largas que he visto.

Ella sonríe, tímida y vuelve a mirar el cigarrillo mientras yo la observo. Nunca se le pregunta alguien por qué nunca se ha acostado con nadie, aunque no lo entiendas, como me pasa a mí ahora mismo.

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