Todos sabemos que si me toca ponerme en medio, el juego acaba porque jamás podré coger la pelota, así que, fingen que nunca llegan a por la pelota o que no pueden cogerla cuando yo la lanzo.

— Has tenido suerte —me dice Leo mientras salimos del mar.

— Muchísima, me encanta jugar con vosotros.

— ¡Eh, Bambi! —Roddy me espera en la orilla y llama mi atención— ¿Quieres dar un paseo?

— Qué pesado —murmura Leo y sonrío—. Ya vamos a cenar, ¿te la vas a llevar? Acaba de decirme que se muere de hambre y la creo, escucho sus tripas rugir desde aquí.

Se pasa una mano por su pelo y me deja a mí el marrón de contestar ahora. Roddy me mira y Leo también.

— Oh sí, parece que tengo un tigre aquí dentro —río un poco—, necesito comer algo. Podemos ir a dar un paseo cuando lo haga.

— Genial —Roddy asiente y Leo me mira con la ceja alzada.

Ruedo los ojos y lo empujo un poco cuando paso por su lado para seguir a Roddy hacia las toallas. Los dedos de Leo rozan mi espalda y camino lentamente. Me estremezco ante su toque y lo miro.

— Dudo que podamos tener algo de intimidad esta noche —chasquea su lengua y muerdo mi labio inferior. Su mano se pone en mi brazo y baja hasta llegar a mi muñeca. Dejo de caminar y me giro para estar frente a él.

— ¿Y cuándo? —Le pregunto.

— Mañana cuando volvamos a la granja y todos duerman. Solo tienes que intentar no quedarte dormida —suelta mi muñeca y su vista baja hacia mi cuerpo.

— No lo haré —alzo mi mano para tocar su pecho pero me detengo a medio camino—. Leo... Quiero tocarte.

— Oh, mierda, B —gruñe en voz baja y pasa una mano por su pelo—. Sígueme la corriente.

Me esquiva y empieza a caminar. Parpadeo un par de veces y camino más deprisa para seguirle el paso.

— Tenemos que ir un momento a la farmacia —dice Leo cogiendo su camiseta y poniéndosela.

— ¿A la farmacia? —Pregunta Roddy.

Me pongo nerviosa y miro a mi alrededor, Bárbara no está, habrá ido a ducharse.

— Sí, es que me he puesto mala con el periodo, es una mierda —digo cogiendo el vestido y metiéndolo por mi cabeza.

— Tengo tus sandalias, Bambi —dice Leo—. No tardaremos.

— ¿Llevas la cartera, Leo? —Le pregunto.

— Sí.

— Bien, ahora venimos —les sonrío a los chicos y sigo a Leo, que ya va caminando hacia el camino de madera.

Pone mis sandalias en la madera y meto mis pies en ella. Él se pone las suyas y yo pongo las manos alrededor de mi cabello para exprimir el agua que hay en él. Yo estoy mojando mi vestido con mi bikini pero no me importa.

— ¿Dónde vamos?

— No lo sé, vamos a alejarnos lo suficiente para que no puedan vernos —esta vez, ya lejos de los demás, coge mi mano y reduce la velocidad un poco porque me lleva prácticamente corriendo.

Hemos avanzado en silencio hasta que Leo mira hacia atrás y para. Sus manos se ponen en mis mejillas y me besa. Pongo mis manos en su pecho y me alzo lo que puedo sobre la punta de mis pies. Su beso me vuelve completamente loca porque necesitaba besarme tanto como yo a él.

A veces tengo que pellizcarme para ver si lo que estoy viviendo es real o estoy en un coma profundo del que no deseo despertar.

Sus labios se separan un poco de los míos y acaricia mis mejillas con sus pulgares. Sus preciosos ojos azules con un toque de verde, me miran tan intensamente que estoy a punto de derretirme.

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