—Es cierto —le dijo Dante y volvió a mirar a su hermano enfurruñado—, tú no me conoces.

Max se encogió de hombros. Y se marchó sin decirle nada más. Antes de salir por la puerta se giró y vio a Dante bajando la mirada con expresión abatida.

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Al final no había desayunado. Tenía hambre, pero se aguantó.

Pasó por un pasillo lleno de niñas de primero que planeaban las vacaciones de navidad. Cada vez faltaba menos para eso...
Odiaba tener que pasar las vacaciones en casa con sus padres.

Pensó en hacer un viaje. Podía ir a donde fuese, pero no quería estar solo como todos los años.
Normalmente lo que Max hacía era encerrarse en su habitación durante todas las vacaciones, allí tenía de todo y más.

Pero se aburría estando tan solo. Pensó en David. ¿Él también estaría solo? No. Seguro que iba a visitar a sus abuelos...

Pensó en ir a ver a Nick, porque seguro que David seguía el séptimo sueño.

Cuando llegó Nick estaba duchándose, así que fue Alex quien le abrió la puerta. Le dejó entrar sin decirle palabra. El chico rubio se sentó en el suelo, estaba rodeado de envoltorio de dulces y golosinas, Max fijó su mirada en una magdalena con muy buena pinta.

—Come lo que quieras, chico duro —le dijo Alex recogiéndola del suelo y ofreciéndosela. Max se sentó en la cama y Alex se la lanzó. Max sonrió.

Chico duro. Así le había llamado Alex antes de proponerle eso de chupársela...

Sabía que eso era en respuesta a que le llamase Flipy.

Mientras quitaba el envoltorio le miró. Parecía estar mejor que la última vez que lo vio. Sus ojos no estaban tan tristes. Pero estaba serio y pensativo. Tenía unas marcadas ojeras como de no haber cerrado los ojos en toda la noche.

Cuando aquel día lo vio en el suelo parecía estar más muerto que vivo. Recordó que estaba en el pasillo cuando vio a Nick corriendo como si la vida le fuese en ello hacia la habitación.

Le dijo a gritos que Alex se moría. Y él no pudo evitar correr con él para evitarlo. Porque no estaba bien que Alex desapareciese del mundo. Aunque no podía culparle por intentarlo.

Max comprendía al chico, por increíble que fuese, sabía lo que se sentía al ser ignorado por completo por unos padres, intentar llamar su atención de alguna manera y solo conseguir la nada, y finalmente rendirse a la soledad. Solo que la forma de rendirse del chico era mucho más radical que la suya.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó sin mirarle. Alex en cambio se giró y se le quedó de frente.

—Estoy un poco enfadado con el mundo —le dijo el chico con el ceño fruncido en un profundo gesto de irritación— Nick... no me deja si a sol ni a sombra, no me deja tener drogas, ni me deja tener cosas peligrosas con las que hacerme daño -Max se fijó en que el chico estaba apunto de llorar de pronto, sus enormes ojos humedecidos parecían océanos. Parecía muy nervioso— ha llamado a mi médico y le ha preguntado la dosis exacta de mi medicación. Y no me da una puta pastilla de más.

—Lo hace por tu bien —le dijo Max. Alex se sentó de espaldas a él—Intenta desengancharte de toda esa mierda.

—¡Vaya! Pero es que yo no quiero desengancharme de nada —le dijo girándose enfadado— Si me obligan a vivir no pueden dejarme así, hecho una puta mierda. Necesito, lo necesito...—A Max por una vez en mucho tiempo se le hizo un nudo en el estomago, realmente parecía desesperado—Yo... yo no estoy tan enganchado como pensáis, puedo dejarlo cuando quiera, pero es que no quiero.

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