Estaba en la mesa solo aunque el resto del comedor estuviese lleno. Así que no le extrañó cuando un chico se acercó para ocupar el asiento.

—¿Puedo sentarme aquí? —preguntó un chico rubio bastante menudo. Parecía delicado y extrañamente distraído.

—S-Sí, C-Claro —dijo él. Tragó saliva e intentó respirar hondo para controlarse.
¿Por qué se ponía tan
nervioso cuando hablaba con la gente? Odiaba tartamudear, así tenía la sensación de parecer tonto en la primera impresión. La gente se quedaba mirando con impaciencia a que acabase la frase y él se sentía morir. Con la única persona que no tartamudeaba era con Dante. Lo que demostraba que no era un problema físico sino de ansiedad.

El chico rubio casi llenó la mesa de bollería. Sonrió, pero apartó la mirada.

—¡Vaya! No te he visto antes —le dijo el chico sonriendo— ¿Me equivoco?

—Llevo a-a-aquí un-na semana —le dijo. El rubio frunció el ceño.

—¡Vaya! Qué raro hablas...

Ryan bajó la mirada colorado.

—S-Sí yo T-t-ttardamuneo...

—No me refiero a eso —le dijo él sonriendo con cariño, le extrañó que un desconocido le sonriese con tanto aprecio. Ryan se sintió infinitamente arropado por un amor anónimo que no alcanzó a comprender. Y no se sintió avergonzado, porque los ojos azules de ese muchacho no le miraban ni impacientes ni burlones ni condescendientes.

—Ah.

—Me refiero a que tu acento suena raro- le aclaró suavemente tendiéndole un bollo de chocolate. Ryan lo aceptó.

—Oh, p-pues n-no sé... vivi-i-ía en Portugal...

—¡Vaya! ¿Eres portugués?

N-noo —respondía Ryan mientras desayunaba— Soy de Italia, p-p-pero crecí en Portugal.

—¿Y has acabado aquí?¡Vaya! —dijo Alex.

Justo en ese momento llegó el chico de cabello negro precedido del perro faldero.

—¡Hola! Nick —le saludó el chico rubio feliz. Nick le saludó con un cabeceo menos entusiasta. No parecía estar de buen humor.

—¿Dónde está David? —preguntó Nick.

—Te he dicho que ahora baja, está hablando por teléfono —le espetó el de cabello negro. Ryan se fijó como el chico de cabello rubio apartaba la mirada y bajaba la cabeza con expresión dolida, concentrándose en su desayuno— ¿Podemos sentarnos aquí?

—Sí —dijo el rubio rápidamente, sin embargo, sonriendo de nuevo. Pero no de la misma forma, parecía forzado.

Ryan asintió lentamente con cautela. El pelirrojo sentía la mirada del chico guapo de pelo negro en él. Intentó acordarse de su nombre. Se lo haba dicho...

¿Cómo se llamaba?

—Max —le llamó un chico de cabello rubio oscuro mientras se acercaba a la mesa. Era el que les había abierto la puerta cuando buscaban un cargador. Un chico de cara redondeada e impoluta piel dorada por el sol— te has dejado el móvil en la habitación, te estaba llamando alguien.

Max miró la pantalla y frunció el ceño. Parecía molesto.

—Nick —le dijo el rubio junto a él—, he oído que ahora duermes en la residencia ¿Es verdad?

—Sí.

Ryan tena la habilidad de saber leer el lenguaje corporal, podía entender lo que le pasaba a las personas observando su comportamiento.

BAJO LA PIELWhere stories live. Discover now