II

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Se llamaba Rodrigo y, en efecto, tenía veintiséis años, aunque parecía bastante menor. No era lo que se dice lindo; tenía una cara bastante simpática, de nenito. Estaba por terminar la carrera de Biología y quería hacer buena letra para entrar como adscripto o ayudante o qué sé yo en la cátedra de no sé qué de Genética. O Genética no sé qué. Algo de Genética era. Parecía genuinamente contento de ver a mi hermana, así que, por el momento, no tenía nada que objetar. Bueno, sí, una sola cosa: la barba y el bigote que se había dejado, supongo que para verse mayor, contrastaban con la carita de bebé de una manera que me molestaba. Y mucho.

Después de las presentaciones y preguntas por educación, se quedaron callados. Para evitar un silencio incómodo para todos, dije lo primero que se me ocurrió:

—¿Y de qué se trata la investigación?

Los ojos del chico brillaron; claramente, era un tema que lo fascinaba.

—Es muy interesante –dijo–. Quiero devolverle el sabor a tomate a los tomates.

—¿Qué?

Lucía me hizo una mirada rara, pero la ignoré. Ya estaba acostumbrada.

—Claro –continuó Rodrigo–, ¿nunca escuchaste decir que los tomates de ahora no tienen gusto a nada? Bueno, eso. Los tomates que compramos en la verdulería, ahora, no tienen sabor a tomate porque están modificados genéticamente para ser más resistentes a las plagas y esas cosas. El problema fue que, en el proceso, los genes relacionados con el sabor se perdieron.

—No me digas.

Lucía me dio un codazo. "Perdón", le dije por lo bajo, sinceramente arrepentida. Se notaba que la cosa iba para largo.

—El tomate tiene treinta y cinco mil genes en total, y cien están relacionados con el sabor, que se forma a partir de la combinación de trece compuestos volátiles. Recién ahora, los científicos están estudiando las variedades de tomates que conservan toda esa información, para devolverle el sabor a los que venden en las verdulerías.

—Mirá vos... –bostecé, pero él no pareció captar la indirecta.

—Así que mi trabajo consiste en eso, en buscar una manera rápida y barata de producir tomates con verdadero gusto a tomate. El proceso...

Si decía tomate una vez más, le iba a dar una piña.

—Disculpame –interrumpí–, ¿podrías decirme dónde está el baño?

Los zombis no son boyfriend materialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora