XXXVIII.

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Capítulo 38: Se ha ido

"No vine aquí para lastimarte, ahora no puedo parar." -Sleeping At Last

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Me ahogué en esa sofocante oscuridad, casi como si me cayera del borde más agudo de un acantilado. No había fondo, solo un torbellino sin fin que nunca parecía terminar.

Me ardía la garganta y el aire no me volvía a llenar. Traté de capturarlo, pero cuanto más me acercaba, más se acercaba.

Parecía escaparse de mis dedos, disipándose junto con quién era yo.

La agonía fue tan terriblemente cruel, que comencé a rascarme la garganta en busca del aire entrante. Todavía tenía la sensación de sus manos alrededor de mi cuello, a pesar de que no podía verlo con mi visión borrosa.

Seguí cayendo en ese agujero negro sin fondo, sin un final o principio, un grito silencioso atrapado en mi garganta y un ardor agonizante en mis pulmones.

Como en el parpadeo de una lámpara, la parte inferior apareció justo debajo de mí. Estaba a punto de tocarlo con extrema velocidad y rapidez cuando todo volvió a salir y fui golpeado por la fuerza de corte del aire.

Me desperté de un salto, agarrándome la garganta mientras él me golpeaba en el estómago.

Cuando mis pulmones se llenaron, las sensaciones corporales volvieron y la profunda oscuridad dejó de obstruir mi visión.

Parpadeé un par de veces, jadeando, mi pecho subía y bajaba en un fuerte y ardiente aliento.

Después de mirar los alrededores con ojos borrosos, me di cuenta a la tenue luz de la luna de que todavía estaba en el bungalow.

Mis ojos escanearon frenéticamente la habitación en busca de Alex, pero no encontraron nada. Ni siquiera la puerta, que se había abierto violentamente, estaba abierta.

Busqué a Jade al pie de la cama, en ese horrible círculo de sangre, pero tampoco la encontraron por ningún lado.

La desesperación comenzó a golpearme, mi corazón latía con fuerza y ​​mi respiración me fallaba miserablemente.

¿Qué pasa si Alex se llevó a Jade? Y si...

Escuché un ruido a mi lado, sorprendiéndome, y casi salté cuando me arrojaron un brazo por la cintura.

Jade emergió de las sábanas, su rostro retorcido por el sueño. Me miró con los ojos cerrados y dijo algo que no escuché.

Me llené de una poderosa ola de alivio cuando me di cuenta de que todo había sido una pesadilla. Una maldita y agonizante pesadilla.

Que Alex nunca estuvo allí, y que nunca lastimó a Jade. Que todo estuvo bien. Que ella, mi amor, mi ángel, estaba a salvo.

¿Cuánto tiempo antes de que ella se vaya? ¿Cuanto tiempo?

Esa pequeña voz aguda envolvió mi estómago, el miedo casi igual en fuerza con el alivio que me inundó.

En lugar de enfrentar esa indudable verdad, tiré de Jade contra mí en un abrazo firme, sujetándola con toda la fuerza que tenía.

La sensación que tuve cuando la perdí fue muy real, muy intensa, una especie de sensación que nunca quise experimentar de nuevo. Nunca más.

Una especie de dolor que ninguna palabra podría describir perfectamente. Era demasiado fuerte para eso. Demasiado horrible

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