ж Capítulo XVII: Los lazos que nos unen (II) ж

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—Parece que estaremos aquí un buen rato.

—¿Por qué demonios empezó a llover? —preguntó Draven—. ¡El cielo estaba despejado hace nada!

—¿Cómo pretendes que lo sepa? —respondió Julian—. No controlo el clima.

—Genial, esto va a retrasarnos. —Emerald escurrió su cabello, que ya estaba un poco más largo—. ¿El mineurus no evitará salir a partir de ahora?

—Es probable —dijo Eugene, quien estaba sacándole el agua a su ropa—, son animales a los que no les gusta demasiado la lluvia. Si de por sí era complicado encontrar uno, ahora lo será el doble. Sus nidos no están muy a la vista.

—Esto tuvieron que hacerlo los maestros, no se me ocurre otra respuesta lógica. —El castaño estaba hastiado de aquella prueba. Por lo general era el más optimista en ese tipo de eventos, pero no se sentía nada cómodo con el grupo en el que estaba.

—¿Y si salimos a buscar uno? —preguntó Privai.

—¿Con esta lluvia? —Julian habló quizás demasiado duro, lo que provocó que ella agachara la cabeza—. Antes de que pasara el tiempo límite, caeríamos al suelo producto de la fiebre.

—Bueno, pues tenemos que hacer algo, ¿no? —Emerald se quedó observando el fuego del centro mientras abrazaba sus piernas.

—Seguro el resto está escondido. Aunque, conociendo a Trellonius, puede que él y su grupo estén buscando justo ahora. —Draven se sentó al lado de Emerald y cruzó las piernas.

—Si quieres arriesgarte a que te dé un resfrío, adelante, comienza a buscar al mineurus. —Julian soltó una pequeña risotada.

—¿No me crees capaz de hacerlo? ¡Soy perfectamente capaz de encontrar uno pese al clima!

—No estoy poniendo en duda tu capacidad de hacerlo. Estoy diciendo que el clima no va a jugar a nuestro favor. Uno de los objetivos de la prueba es impedir que los otros equipos lleguen a la meta.

Y como si Julian hubiera vaticinado algo, pudieron ver a lo lejos humo de color rojo extendiéndose entre las nubes.

—¿Ves? —Todos observaron hacia aquella dirección y luego volvieron a mirar al pelinegro—. Hay dos opciones: o estuvieron buscando y alguno se lastimó, u otro equipo les puso una trampa. Apostaría más a lo segundo.

—¿Y no es un poco peligroso quedarnos aquí? —Privai habló en voz baja, pero todos pudieron oírla por el eco de la caverna—. Es decir, la cueva no tiene puerta o algo que impida ver desde afuera y el humo de la fogata pues... puede filtrarse y llamar la atención.

—Eso lo sé, pero era la solución más pronta que encontré. La lluvia nos agarró por sorpresa. —Julian introdujo las manos dentro de su uniforme de virtuoso y de allí sacó un mapa que terminó extendiendo sobre la tierra—. Miren, nos encontramos ubicados justo en esta posición. —Señaló un pequeño tramo sobre las montañas—. Por lo poco que sé de este lugar, los mineurus, al ser familia de los roedores, prefieren excavar en terrenos fértiles para poder encontrar alimento para sus crías.

—Entonces tenemos que ir hacia el lado del valle... —dijo Eugene en un hilo de voz.

—¡Pero eso está al otro extremo del mapa! —Esta vez Privai fue la que habló.

—Nadie dijo que esta prueba sería sencilla. —Julian tomó el papel y se lo guardó.

—¿Dónde conseguiste ese mapa? —preguntó Draven—. Tiene señalizada la zona exacta donde están los nidos esos, y podría jurar que a ningún otro equipo le dieron uno.

Emerald, la usurpadora del trono [YA A LA VENTA]Onde histórias criam vida. Descubra agora