— ¿Y qué es lo tuyo?

Los libros y el sofá, por supuesto, o mi cama. Ver series también es lo mío, o tomar helado, pasear o cualquier cosa que no tuviera que ver con animales. No tengo ningún trauma de pequeña, así que, no sé por qué me dan tanto miedo.

Ahora el trauma que tengo es que una cabra me persiguió hasta que pude subirme en el cuerpo de semejante chico que tengo en frente.

— Esto, no. Lo siento, soy como una rata de biblioteca.

— Lo entiendo. No estás aquí retenida, puedes irte cuando quieras. No es un internado de verano —rasca su nuca.

— Lo sé, es solo que... Nunca he hecho esto. Sacar una cabra de la verja. Es más ¿cómo ha metido la cabeza ahí?

Jack se ríe. — Siempre está atrapada en algún sitio. No va a ser la primera vez que tengamos que ayudarla. Volvamos, es hora de quitarse esta ropa y disfrutar de lo que queda de día.

Pone su gran mano en mi espalda y me empuja un poco para empiece a caminar. La verdad es que estoy deseando ducharme y tener un poco de descanso. Por suerte, solíamos ir a divertirnos con los amigos de los gemelos y pasábamos un buen momento. Aún sonrío cuando recuerdo la cara de Leo al verme sacar monedas de la oreja de Ronan.

Me había sentido especial porque él me había enseñado la casa del árbol. Ni siquiera nos lo habían contado, Bárbara no lo sabe y he decidido no contárselo. Para él, esa casa, era símbolo de su niñez, muchas cosas y secretos se han contado ahí y siento que es especial para él; aunque sigo con la curiosidad de qué secreto es el que quiere contarme.

No tengo ningún secreto que pueda interesarle, a decir verdad, y dudo que tenga alguno que pueda confesarle a él.

— No quiero decir que este lugar sea un rollo...

Jack suelta una carcajada y pasa su brazo por los hombros para estrecharme contra él mientras caminamos.

— Lo has dicho, pero no pasa nada. Concepción es pequeño y no tiene diversión. Estas malditamente en lo correcto.

— ¿Lo has conseguido? —Pregunta Diego sentado en los escalones del porche con su pelo mojado y ropa limpia.

— Sí —dice Jack—. Lo ha hecho solita —sonríe y me guiña un ojo para entrar en la casa.

— Te ha ayudado, ¿cierto?

— Cierto —me siento a su lado—. Supongo que volveré a ser la última en ducharme.

— Me da a mí que sí.

Miro mis dedos y observo pequeños cortes en ellos debido a la verja. Cierro mis dedos y suspiro pesadamente, apoyando mis codos en la escalera mientras disfruto de lo que queda de sol. A pesar de que se está escondiendo, sigue haciendo bochorno.

— ¿Estás a gusto aquí?

— Sí, estoy bien. Este no es mi rollo pero estoy bien.

— Amarás la granja cuando te acostumbres a ella.

— ¿Se acostumbra uno a levantarse temprano y lidiar con animales? —Lo miro y él sonríe abiertamente.

— Aunque no te lo creas, sí —pone una mano en mi hombro—. Sobretodo sabiendo que después vas a relajarte con unas cuantas cervezas y que has sido útil durante todo el día.

— Me gustaría tener tu mentalidad.

— Nunca es tarde —se estira y ambos miramos a Bárbara, que sale arreglada de la cabaña.

Ella tiene una mueca en su rostro y no hace falta que me diga por qué: Asher. Es normal que se moleste porque no va a verla un verano, pero maldita sea, llevan viéndose casi todos los días durante cinco años. ¿No se aburren?

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Where stories live. Discover now