Sin nada

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5:24 am.

La pareja de casados se encontraban en la habitación del hotel que pagaron en la ciudad, luego de haber pasado toda una madrugada jugando en el casino y tener una buena racha.

— Aquí hay diez mil.

Juan Pablo tiraba los billetes en la cama de la habitación con Daniela, ella solo en ropa interior con una camiseta ancha.

— Aquí hay otros diez mil más.

El ojiazul lanzaba otro rollo de billetes en la cama, la castaña rodó por la cama soltando una risita tomando los billetes para ver a su esposo.

— Y oh, mira, aquí hay otros diez mil más. — el ojiazul rió al ver a su esposa rodando en la cama llena de billetes. — Eso, disfruta.

Él negó divertido para apuntar algo en una pequeña libreta.

— Si jugamos un rato y hacemos otros treinta mil, nuestra casa será libre. — comentó pensativo en la silla de la pequeña mesa de la habitación.

La castaña miraba a Juan Pablo con una sonrisa.

Observaba su perfil definido, sus labios gruesos, sus manos varoniles que ya habían recorrido su cuerpo durante los años, pero entonces un pensamiento intruso entró a la cabeza de Daniela.

La mirada penetrante, fría y aceitunada de María José, su sonrisa torcida se hizo presente junto con su porte fino y formal, Daniela sacudió su cabeza sacando esos pensamientos.

«¿Qué hago pensando en ella?» se reprochó la castaña.

— Juanpa. — llamó la atención de su esposo, él alzó la vista y la vio con una sonrisa. — Ven aquí.

Lo llamó con su dedo índice con una sonrisa coqueta adornando su rostro, Juan Pablo sonrió y se levantó de la silla.

— ¿A mi me llamas?— preguntó haciéndose el inocente, ella asintió lentamente.

El ojiazul se puso de pie para acercarse a la cama y comenzar a gatear en ella subiendo al cuerpo de su esposa, Daniela tomó el cuello de su camisa viendo sus ojos.

— Te amo. — murmuró en sus labios.

Detrás de ese “te amo” parecía haber algo más, era cómo una confirmación y una orden a si misma para que Daniela dejará de tener pensamientos ridículos.

Ella tenía los ojos de la empresaria junto con su sonrisa grabados en su mente, cómo un tatuaje imborrable sin poder sacarlos de su cabeza.

«Que estupidez» pensó, ella sabía que amaba a su esposo sin importar que, y ahora que la vida les estaba sonriendo, ese amor perduraba ahí, recordándole sus votos, en las buenas y en las malas tal y cómo se prometieron.

— Eres todo para mí, Daniela. — declaró el ojiazul.

Ante dicha mención, Daniela capturó los labios de Juan Pablo con deseo y pasión.

Sin dejar de besar a su esposa, la recostó en la cama, las pocas prendas que tenían salieron de su cuerpos, los besos aumentaron de intensidad y se dejaron llevar por lo que pedían en ese momento, quedando con la sensación de placer y satisfacción.

Ahora Juan Pablo miraba a su esposa con adoración.

— Eres gran parte de mí, no sé qué haría si te pierdo. — susurró a una Daniela dormida que estába boca abajo.

Su torso estaba descubierto, y una sábana blanca tapaba su trasero, ella se dio la vuelta dándole la espalda a Juan Pablo.

Él sonrió y decidió dormir una cuantas horas más.

Propuesta Indecorosa || TerminadaWhere stories live. Discover now