Umbrella.

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La tarde anterior había estado cantando canciones tontas de amor (con una voz no precisamente bonita, pero en esos casos lo que importa es la intención) mientras tocaba, observaba e incluso olía, el paraguas de Luke. Admito que cualquiera podría pensar que estaba loca por bailar al ritmo de "Shower" con un elemento que sirve para cubrirse de la lluvia pero que yo empleaba como acompañante de baile, pero sinceramente no me importaba. Estaba plenamente feliz, así que ahora mismo mi mundo se basaba en Luke, en el paraguas, en patatas fritas y en mi.

Me gustan las patatas fritas.

Hoy era un día nuevo, así que después de prepararme en todos los sentidos y llenar mi estomago salí de casa con el paraguas en la mano por si encontraba a Luke. La verdad, es que estaba planteándome seriamente guardarlo en la mochila y decir que se me olvido, para así tener que hablar con el también mañana. Pero no quería que pensara que soy aun más despistada de lo que ya piensa, así que seguí caminando debajo del cielo encapotado y entre unos cuantos edificios hasta llegar a el portal de Nora. No había ni rastro de Luke.

-¡Hoool...! ¿Que haces con un paraguas negro soso? Si ni si quiera dan lluvia para hoy. Cada día eres más tonta. - Fueron las dulces palabras que escuche por primera vez ese día a Nora.

-¿Ya estás mejor? - Ignoré su pregunta.

-Era o ponerme mejor, o ir al médico. Y odio el médico así que...
Empezamos a caminar hacia el instituto a paso lento y cuando llegamos eché un vistazo rápido a todo el mundo, a ver si encontraba a Luke. Pero no estaba alli, como casi siempre, llegaría a ultima hora. Decidimos entrar e ir al pasillo de las clases de nuestro curso a esperar allí a que tocara el timbre. La verdad es que no tardó mucho, y si a eso le sumamos que el profesor llegó tarde podréis suponer que no vi ni un pelo rubio. Bueno, pelos rubios sí, y sobretodo teñidos (es lo que tiene estar en una clase de zorras teñidas) pero no el rubio de Luke. Así que puse el paraguas en el perchero junto a mi chaqueta cuando entramos en el aula y me decidí a esperar hasta el descanso para dárselo. ¿Que podía hacerlo en un cambio de clase? Por su puesto que si, pero prefería dejarlo para el descanso por la simple razón de que tendría mas tiempo para dárselo y con un poco de suerte podríamos iniciar una conversación. ¿Veis? Si yo puedo ser lista cuando quiero, pero bueno.
Esperé esas tres horas (laaaaaaargas) y bajé con Nora - y el paraguas- por las escaleras cuando llegó el descanso.

-¿Por qué llevas el paraguas? Si estamos a cuvierto.

-Es que tengo que dárselo a Luke.

-¿Luke? - Preguntó impresionada. - ¿Luke, Luke? ¿El marginado?

-No lo llames el marginado. - Fruncí el ceño. - Y sí, ese Luke. Que yo sepa, no hay más en este instituto.

-¿Y por qué tienes su paraguas?

-Me acompañó ayer al volver a casa, como llovía mucho me lo dejó. Nada más. - Ella arqueó las cejas y me sonrió de manera pícara.

-¿Estás segura de que solo fue eso? ¿Eh, eh?

-Nora, por favor.

-Vale, vale. Pues voy a ir a por mi bocadillo a la cafetería y mientras ve tu a “dejar el paraguas”. - Sonrió. - Las dos sabemos que no irás solo a eso... - Masculló y se perdió entre la gente.

Mi amiga, nunca tendría remedio. Pero tenía muchísima razón, para qué engañarnos. Quería ir allí y hablar con él, no decir un simple gracias. Así que me armé de valor, fui hasta él – hasta las escaleras donde se encontraba escuchando música – y carraspeé mi garganta suavemente para que se diera cuenta de mi presencia.

Él ni se inmutó.

Así que tosí sonoramente y él alzó ligeramente la mirada hasta entrar en contacto con la mía. Sonreí un tanto atontada y él tiró de sus cascos, haciendo que quedaran colgando y haciendo movimientos pendulares desde su cuello, donde salían de su camisa, hasta unos centímetros más abajo.

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