Capítulo 37

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Kirishima parecía ir sin rumbo de un lado a otro, sin dejar de mirar su teléfono celular, pero... Aunque éste le decía que se encontraba en el lugar exacto... Simplemente no había nada... Ni gente, ni el guardapelo, ni su oso... Se sentía desesperado, estaba por comenzar a arrancarse mechones de cabello, quería ver a su pareja, saber que se encontraba bien, que no le habían hecho daño, quedarse a su lado y protegerlo... Se sentía tan mal de no haberlo podido proteger adecuadamente... Se reprochó que aquello hubiera sido su culpa, aunque no lo era, los oficiales de policía registraron aquella enorme bodega, cada rincón fue examinado, pero no le hallaron, la ubicación era correcta, él lo había comprobado con bastante frecuencia en ocasiones y días anteriores, que el gps funcionaba adecuadamente, entonces... ¿Porqué no estaba ahí?
¿¡Dónde estaba Yokozawa?! ¿Dónde?
Los oficiales le informaron que debían irse ya, que estaban perdiendo el tiempo en aquel lugar, puesto que Yokozawa no se hallaba por ninguna parte en aquel sitio, resignado  comenzó a avanzar hacia la entrada del lugar, atravesando un patio grande, echó un último vistazo al lugar... Y pudo observar a un gato, de color negro, lo había visto antes, rondando por el lugar durante su búsqueda pero no le había tomado tanta importancia, el gato le devolvió la mirada, casi como si quisiera comunicarse con él, pero Kirishima no comprendía aquel lenguaje felino, continuó su avance a la salida y casi tropieza cuando el gato se acercó corriendo a él metiéndose entre sus piernas para voltear a verlo nuevamente, Kirishima lo observó con calma y le hizo una caricia, pero aquello solo sirvió para hacer que el pequeño felino se frotara contra él y comenzó a arañar una de sus piernas suavemente pero con insistencia, como si quisiera jugar, llamar su atención, Kirishima lo apartó y continuó su camino, sin embargo antes de salir de aquel enorme patio volteó a ver al gato nuevamente, y lo vió subir sobre un montón de escombros y comenzar a maullar desesperado, como pidiendo ayuda, entonces el castaño abrió los ojos en sorpresa, era obvio que el gato sabía donde se encontraba el peliazul y en varias ocasiones había tratado de capturar su atención para poder guiarlo hasta su amado, ¿cómo no se dió cuenta antes? Si Yokozawa era un fiel amante de los gatos, no tenía que hacer nada para que éstos simplemente lo amaran y tanto era obvio ahora que no podía despegar la vista de aquel gato negro, corrió hacia él y lo observó bajar de un salto, echando a correr en otra dirección, Kirishima llamó a gritos a los oficiales y éstos comenzaron a seguirle también, llegaron a otro patio, escondido por una falsa pared, por donde el gato había logrado colarse, una vez ahí el gato comenzó a rascar la tierra, como si se tratara de un perro, cuando Kirishima se acercó a él, descubrió una trampilla en el suelo, al abrirla divisó una escalera que conducía hacia abajo, descendió por el lugar siguiendo al gato de nuevo, los oficiales tras él iluminaron el camino, aquel subterráneo lugar parecía un laberinto pero aquel extraño gato parecía conocer el lugar a la perfección, sin dudar siquiera avanzó y avanzó, dió vuelta en algún lugar y continuó su avance, llegó a una gran puerta de metal, vieja, oxidada, y con un candado puesto, el gato levantó la vista encontrándose con los ojos miel del castaño, uno de los oficiales dió un paso al frente y sacando algo de uno de sus bolsillos se dispuso a abrir aquel candado, le tomó menos de un minuto conseguirlo, el celular de Kirishima emitía un leve pitido, indicando que estaba en el lugar correcto, así como había sucedido momentos atrás... No es que no hubiera estado en el lugar correcto, solo que Yokozawa se encontraba muchos metros debajo de él, no podía esperar más, apartó al policía en un par de segundos y abrió aquella pesada puerta, el sonido que produjo aquella oxidada puerta fue muy estruendosa, dentro del lugar se veía oscuro, se  escuchaba  el ruido de gotas de agua cayendo en algún lugar, apestaba a humedad y a... Orina de ratas, un ligero ruido en una esquina los alerto a todos, y al iluminar aquel rincón pudieron divisar a un pequeño ratón que se escabullía por entre los escombros para esconderse de la luz.
Los ojos del castaño se fueron acoplando a la poca luz que se lograba filtrar, entonces pudo observarlo, Yokozawa estaba sentado sobre el suelo, recargado contra la pared y con las manos sujetas en su espalda, su cabeza estaba gacha, como si estuviera inconsciente, observó un paño blanco, el cual cubría su boca, estaba despeinado y su ropa algo desarreglada, no veía marcas de golpes a simple vista, pero esperaba que el menor le contara todo lo que le había ocurrido, la impresión de verlo ahí, y de haberlo encontrado le dejaron inmóvil, encontrarlo le devolvió un poco de calma, pero sólo un poco, estaría completamente tranquilo una vez volvieran a casa.

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