iii. Que comience el Juego

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—Mañana es la boda —le digo, y él vuelve a mirar para abajo.

—No voy a ir.

Arrugo la cara y le agarro bruscamente por la manga. Mi brazo y mis costillas ya no duelen. La medicina del Trece viene del Capitolio, y hace magia en lo que respecta a heridas menores.

Vuelve a subir la cabeza, pero sólo para mirar mi mano agarrando su ropa. Se le relajan los hombros.

—Sí vas a ir. —No me mira cuando le hablo—. Irás, aunque eso signifique que debo de arrastrarte allí, Hawthorne.


Todo el mundo aplaude mientras Annie y Finnick se besan como ahora marido y mujer. Mi padre me mira sonriente y me empuja con el hombro.

—A ver cuándo te casas tú. — Me río.

La música empieza y papá va a bailar con sus amigos. Al parecer, este tipo de música se escuchaba mucho en las fábricas cuando él era joven. También me menciona antes de irse que él y mi madre iban a un bar algunos fines de semana cuando eran novios y las cosas iban mejor con el dinero. Le sonrío con nostalgia y se va antes de que nos podamos poner melancólicos.

Me quedo sola en la multitud. Es una boda, pero todos llevamos nuestros trajes del Distrito, excepto los novios y Effie, que pidió llevar un vestido y su peluca chillona y ridícula.

Alguien me toca el hombro, y me giro. Es Gale, y tiene cara de malos humos. Se ha puesto más colonia de la normal, y su olor me embriaga en el buen sentido de la palabra cuando giro la cabeza para mirarle.

—¿De verdad me has hecho venir a esto? —me pregunta, moviendo la mano en un gesto de desdén—. Sabes que nos vamos al frente en unas horas, ¿verdad?

Sonrío y asiento. Le cojo la mano, y me mira frunciendo el ceño. Raramente sonríe, pero eso a mí no me importa. Me imagino a mi madre un momento, pidiéndole un baile a mi padre cuando eran adolescentes.

—Vamos a bailar.

Me giro e intento tirar de él, pero es mucho más fuerte que yo.

—¿Qué? Estás loca. No pienso bailar, Thyra.

Me encojo de hombros mientras le suelto la mano y avanzo hacia la pista de baile.

—¡Tú te lo pierdes!

Le veo decir que no con la cabeza y seguirme mientras me río.

—Eres un caso perdido —me dice, y se mueve de forma incómoda con los pasos de la canción, que no debe de saberse.

Yo le agarro las manos y le guío mientras me río más y más, y, como no lo hago a menudo, enseguida me duelen las comisuras de la boca.

—Es que eres un aburrido, Hawthorne. —El violín acelera sus notas. — No estás preparado para mujeres como yo.

Le guiño un ojo en broma, pero entonces él levanta el brazo y me hace girar sobre mí misma con rapidez. Me tambaleo hacia él, pero me sujeta por la cintura hasta que consigo estabilizarme. Me sonríe.

—Debe de ser eso, Thyra. No estoy acostumbrado a mujeres como tú.


El tambaleo del aerodeslizador no es tan bonito como la música. Gale está sentado a mi lado en silencio, y ambos sabemos que quizás no sobrevivamos a nuestra misión en el Capitolio.

—Ha llegado el momento —me dice—. Es para esto para lo que nos preparamos, ¿no? Lo que queremos. Ya está aquí.

No soy capaz de mirar nada que no sea el Capitolio, ante nosotros. Los edificios rascan el horizonte y las nubes lo rodean todo como si fuera el paraíso. Pero las apariencias engañan.

A STORM LIKE HER ━ Gale HawthorneWhere stories live. Discover now