La noche era joven y la casa de Rebeka estaba vibrante, transformada por completo en una guarida neón que irradiaba un ambiente eléctrico. Las luces negras resaltaban los colores de los disfraces de los asistentes, haciéndolos brillar con un resplandor fosforescente mientras la música pulsaba a través del aire. La fiesta estaba en pleno apogeo, y las risas se mezclaban con los ritmos de los altavoces.
En la entrada, una joven pareja se detuvo, asombrada por la magnitud de la celebración.
—Madre mía… —murmuró Renata, admirando el lugar con los ojos muy abiertos.
—La madre de Rebeka sí que sabe montar fiestas —comentó Valerio, también impresionado.
Como si hubiese escuchado su mención, Rebeka apareció con una sonrisa traviesa, vestida con un imponente traje que combinaba lo gótico y lo regio.
—Mira tú, de vampiresa y todo —dijo con tono burlón, observando el disfraz de Renata.
Renata se rió y señaló a Rebeka.
—Bueno, ¿y tú de qué vas, tía? Ese vestido parece sacado de un cuento de hadas.
Rebeka bufó, cruzándose de brazos.
—Mi madre me ha obligado a dejar el chándal esta vez.
Valerio alzó una ceja, notando algo en su tono.
—¿Segura que no es para impresionar a alguien?
Rebeka ignoró el comentario y señaló con un ademán casual.
—Las bebidas y los chuches están por allí, y si queréis pintura neón, es por ese lado. Disfrutad, pero sin romper nada, o mato a alguien. —Con eso, se giró y se dirigió a una silla alta, que parecía un trono improvisado en medio de la sala.
—Creo que le has dado en el clavo —susurró Renata a Valerio, divertida.
Valerio rió mientras los dos se adentraban en el corazón de la fiesta, perdiéndose entre el mar de disfraces y luces parpadeantes.
Justo en ese momento, otra pareja entró a la casa: Cayetana, vestida elegantemente como Jackie Kennedy acompañada de Polo quién iba del difunto presidente, y Lucrecia, con su disfraz de catrina lleno de detalles brillantes.
—¿No les da un poco de yuyu esta casa? —preguntó Cayetana, mirando alrededor con cierta inquietud.
Antes de que alguien pudiera responder, Rebeka se materializó junto a ellas.
—A ver, chavales. El alcohol y los chuches están por allá; los abrigos, los condones y los vicios, por el otro lado —anunció con un tono desenfadado.