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En el fondo de un bosque en un lugar oculto, un bosque que estaba encantado con formas demoníacas, había una burbuja y dentro de esta había una niña pequeña, rubia y de ojos azules.
Pequeña y de dotes especiales, su madre era la mismísima Lilith, una bruja poderosa de la tierra y del infierno, tenía el poder de moverse entre ambos lugares y crear demonios que solo se quedaban abajo en el infierno, una vez que Lilith subió a la tierra deseo un niño como aquellos que veía por ahí, alguien a quien dominar y mover de un lado al otro. Así fue como Lilith consiguió a su hija Seraphine, con magia, magia Blanca, oscura y hasta demoníaca, creo a una niña preciosa a la que llevó en su vientre por nueve meses y dio a luz al borde un lago cristalino y con la estrella de la mañana más brillante que nunca, los llantos de la bebé hicieron que el lago creciera y las plantas también, animales de los lugares más cercanos llegaron hasta ahí por la atracción de la bebé.
Lilith decidió que lo mejor era poner a la niña a buen recaudo, ingreso al bosque y lo embrujo y creó una burbuja protectora en lo más escondido y dejo a la niña ahí, la crió de esa forma, encerrada y filtrando su poder cada cierto tiempo, la niña era tan poderosa que hasta ella se veía amenazada por lo que Seraphine podría producir.
Seraphine Morningstar vivió dentro de una burbuja cerca de cien años o más, no los contó en absoluto, su madre le quitaba magia cada cierto tiempo y sus gritos de agonía se escuchaban hasta la Aldea más cercana, un pueblucho que en el futuro se llamaría Mystic Falls, un pueblo en el nuevo mundo.
—¿Hasta cuando planeas encerrarme aquí? —preguntó la rubia un día, no envejecía nunca y seguía siendo tan bella como cuando se estancó su crecimiento.
—Aún lo estoy pensando —y entonces la mujer desapareció por un agujero en el piso que la llevó hasta el infierno.
Seraphine decidió ese día que comenzaría a practicar de mejor forma su magia, y así cada vez que su madre no estaba practicaba lo que sabía y había aprendido de su madre con solo verla. Un dia tras mucho practicar sus dedos enrojecidos por la magia atravesaron la burbuja, esta se convirtió en cristales y luego se quebró, sus ojos se pusieron rojos y una capa de lluvia de cristales la cubrió, el aire la hizo sentir tan libre, el sonido de los pájaros y el aullido de unos lobos a lo lejos.
Corrió, el viento movía su pelo rubio con fuerza mientras empleaba toda su fuerza corriendo, la magia también ayudaba un poco, el vestido celeste que llevaba puesto se le enredó en un árbol y acabó sin un pedazo de este, pero no se detuvo. Delante de ella su madre apareció de la nada.
—Niña estupida —la atrapó por el cabello y le hizo la cabeza hacia atrás —No debiste hacer eso.
Seraphine grito esperando que alguien la escuchara, que alguien sintiera pena por su agonía, pero no pasó, su madre la arrastró del cabello importandole nada que su hija, sangre de su sangre se dañara. Su cabeza dolía por la fuerza que la mujer ejercía al tirar de sus cabellos.
