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Hubiera preferido correr o quizás volver el tiempo atrás y no haber oído aquella conversación

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Hubiera preferido correr o quizás volver el tiempo atrás y no haber oído aquella conversación. Hubiera deseado no haber llegado a Leloir ni conocer al duque de Rutland, quien había aprovechado su posición, sus galanteos y sus encuentros casuales para divertirse con ella. Pero en lo que llevaba de vida nunca le habían preguntado su opinión sobre las cosas que le habían sucedido, simplemente se le imponían como un torrente tempestuoso de acontecimientos fatídicos a los que se veía obligada a sobreponerse.

Escurrió su mente intentando preguntarse qué clase de hombre haría algo así con una muchacha humilde como ella, que solo se había dedicado a darle a su madre las mejores atenciones. No encontraba respuesta, así como tampoco a su corazón desbocado e inocente que se lanzaba al amor sin medir consecuencia alguna, que se había ilusionado por segunda vez y ésta peor que la anterior, pues parte de la culpa por lo que sentía era propia, por ingenua y por soñadora.

El doctor Hendricks la observaba expectante, y por más que deseó darle alguna explicación válida sobre su estado de llanto y desarreglo, nada coherente venía a su mente. Le vio desmontar de su caballo y acercarse a ella preocupado.

-Señorita, dígame por favor... -Suplicó.

-No merece la pena oír ninguna explicación al respecto, sólo pedirle que si está en sus manos ayudarme de alguna manera posible y discreta, me saque de Leloir. -Susurró mientras secaba sus lágrimas.

- ¿Pero ha sucedido algo grave?

-No, es solo que no he podido acostumbrarme a la gente de aquí... creo que Lady Realish está mucho mejor de salud y que podría volver a mis obligaciones en Roths o simplemente regresar a mi pueblo. -Hendricks asintió con un leve movimiento de cabeza, suponiendo que quizás la habían menospreciado, y posiblemente fuese Catherine Realish.

-Acompáñeme por favor y veremos cómo se encuentra la duquesa. Si todo está bien, supongo que podríamos arreglar este asunto. -Tomó las riendas del caballo y volvieron caminando a paso lento por el sendero mientras Dana acomodaba su cabello y reponía su estado de ánimo, pues la llegada del doctor se sentía como un bálsamo. -De todas maneras, no olvide mi propuesta. Sus capacidades son excelentes, realmente creo que podría ser de ayuda a muchos de mis pacientes, y una colaboradora indispensable en mi práctica diaria. -insistió con voz calma.

-Lo pensaré... por ahora solo quiero salir de este lugar.

-Entiendo... -Se hizo un breve silencio y luego continuó -Pero cuénteme, ¿Cómo está el cabello de nuestra paciente? ¿Ha sido positivo un tratamiento tan sacrificado? -Dana sonrió sabiendo que la idea de cambiar el tema de conversación, obedecía a la buena voluntad de aliviar su lamentable estado de ánimo.

-Sí, he visto algunos creciendo. -El doctor sonrió satisfecho y continuaron la caminata de regreso al palacio.

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