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Había pasado gran parte de la noche negándose a sí misma cada recuerdo sobre aquel instante íntimo de su mano fuerte sobre la suya, y sus ojos azules de mirada intensa y rígida, pero maravillosa, que sólo tenía el duque de Rutland

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Había pasado gran parte de la noche negándose a sí misma cada recuerdo sobre aquel instante íntimo de su mano fuerte sobre la suya, y sus ojos azules de mirada intensa y rígida, pero maravillosa, que sólo tenía el duque de Rutland. Se había repetido hasta el hartazgo que había sido su imagen ducal lo que despertaba en ella aquella admiración. Esa había sido su conclusión final, y convencida de aquella idea y resuelta a no volver a tener aquel atrevimiento de mirarle de aquella manera pecaminosa, se mandó a sí misma desde el preciso instante en que se levantó, no volver a mirar aquellos ojos peligrosos.

Lady Realish maldecía el olor que emanaba su cabeza, y a pesar de que realmente el hedor del estiércol mezclado con vinagre era simplemente hediondo, estaba convencida que luego de algunas semanas vería un cabello más fuerte e incluso algunos nuevos.

-Dios mío bendito... qué tristeza, que desazón. ¿En qué instante he caído yo tan bajo en mi vida para llegar a oler de semejante manera? -Dana sonrió de espaldas a ella. -¿Sabías que he compartido cenas y bailes con reyes y princesas desde que era una niña? ¿Sabías que Rutland me escogió entre muchísimas mujeres preciosas? Yo era bonita... y educada, fina... -Dana sintió pena por ella, imaginaba que para una mujer de su educación, aquello realmente era humillante, aunque para ella no fuera tan grave. Su padre le había enseñado que era muy bueno hacer de todo en la vida, inclusive juntar estiércol de gallinas, cabras, caballos y demás. Se puso de cuclillas frente a ella y tomó su mano con una sonrisa tierna y comprensiva.

-Milady, usted es hermosa, fina y educada. Es solo que está recuperándose de su enfermedad, y por supuesto que demanda cuidados importantes. Entre ellos, soportar este olor unos días... -Lady Realish apenas hizo una mueca de contentamiento. -Ahora voy a lavar su cabeza y colocaremos un turbante en ella para que se vea bonito.

Así lo hizo y quedó frente al espejo observando su calva cubierta con el pañuelo y repitiendo aquella mueca que antes había hecho.

El doctor Hendricks entornó la puerta que previamente había golpeado, y con un buenos días sobresaltó a las damas.

-Puedo percibir a la perfección que finalmente ha permitido el cambio en el tratamiento, Milady. -Dana carraspeó, ella apenas se limitó a un asentimiento y llevó su mano al tocado que Dana había hecho, dejando claro que no quería que se lo desarmara, por lo que él se apuró a continuar. -No se preocupe que de igual manera no he venido a controlar su evolución, de eso me encargaré en unos días, sino a hablar con la señorita Amery.

Dana abrió sus ojos extrañada y finalmente con el permiso de la duquesa tomaron la salida hacia el jardín por la escalera de servicio.

El perfume de las azaleas, los jazmines y las rosas, subían como un perfume precioso que sobrevolaba los estrechos senderos de piedra.

-Me ha sorprendido, y he de decir que muy gratamente, su capacidad de convencimiento y el cariño que le está tomando la duquesa. -Dana lo observo un instante y sonrió ante su comentario. - No se sonroje, es la verdad. Es la primera vez que la veo tan repuesta y que permite que alguien le haga algo más de lo estrictamente necesario...

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