<•> Capítulo ochenta y uno <•>

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Nunca lo había visto así. Su cara estaba roja, cerró los ojos acostumbrándose a una sensación completamente nueva.

Yo estaba en igualdad de condiciones. Agradecí el condón, porque sería mucho más fácil para él, y pesar de ser algo grueso, lograba sentir su alta temperatura y su exquisita humedad.

—Esto no se siente nada mal, jodeeer... —exclamó extasiado.

—¿Te do-do-doele?

—¡Ay, no para nada! —¿cómo era posible? Definitivamente esa droga le estaba carcomiendo los sentidos.

Un movimiento suave de arriba a bajo que me hizo largar un jadeo que me hizo sentir la garganta reseca. Apenas venía acostumbrándome a la sensación, pero él no me tuvo compasión alguna. Sus movimientos iban en aumento de velocidad. ¿Cómo podía resistirlo siendo la primera vez? Su carne se expandía y me engullía con facilidad. Una descarga eléctrica y un calor terriblemente intenso recorrió cada rincón de mi cuerpo. La mayor parte del tiempo, mi vista quedaba fija donde nuestros cuerpos se unían.

Sus roncos gemidos inundaron la habitación. Y vaya que era lo más sexy que había escuchado en todo el día.

Al rato, la vergüenza se apoderó de mí cómo si fuera una enfermedad. Mis caderas habían comenzado a moverse rítmicamente con el fin de satisfacernos a ambos.

Si él se sentía bien, yo iba a morir de excitación...

Tanto él, como yo, respirábamos a grandes bocanas. Mis manos se movían por toda la curvatura de su espalda hirviente. Todo su cuerpo parecía estar en llamas. Acaricié su frente, cualquiera hubiera pensado que tenía una intensa fiebre, pero lo que teníamos alto, era el líbido. Estaba apunto de perder el poco raciocinio que me quedaba, estando él en ese estado, podía cumplir cualquier fantasía oculta que tuviera.

No todos los días iba a tener a mi Sugar Daddy de sumiso.

Cuando Derek ocultó su rostro entre mi cuello, yo clavé mis dientes ahí. Su reacción fue inmediata.

—Oh, muérdeme más, más...

Y yo obedecí. Al fin y al cabo, debía esforzarme para satisfacernos a ambos.

—¿Te gu-gusta, cierto? —no respondí. Lo apretado de su interior me obligaba a únicamente asentir con la boca entreabierta, tratando de que el aire me pasara por entre los dientes.

En un momento demasiado tierno y dejando el morbo de lado, tomó mi mano y la besó varias veces. Pero ahora, fui yo quien tomó la iniciativa. Dirigí mis dedos a su boca y empezó a lamerlos con sensualidad, para después tomarme por sorpresa y llevar mi mano hasta su duro miembro.

—Quiero correrme ya. He aguatado mucho —vaya que sí era cierto. Las venas de su hombría resaltaban en color y en grosor.

No hizo falta mucho tiempo. Lo masturbé unos cuantos segundos, y todo su caliente y espeso semen logró salpicarme el abdomen. Sus gemidos y sus espasmos indicando un largo orgasmo, y me dejaron la mente en blanco. Entonces, quitándomelo de encima con un empujón y dejándolo acostado.

Era mi turno.

No dejé de moverme, él mismo colocó sus piernas alrededor de mi cintura. Me había aferrado a sus muslos con fuerza y sentí la parte baja de mi estómago contrayéndose, un cosquilleo intenso me  hizo terminar dentro suyo.

La tembladera no me pasaba. Llegué a sentirme un poco mareado, y no me  percaté que me había hecho una cortada en mi labio inferior con mis mismos dientes.

Había sido uno de los mejores orgasmos de mi vida.

Agitado, me tiré encima suyo, suspirando largo y tendido.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now