Capítulo 42

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—Realmente no voy a poder con esto yo solo... Sé que no voy a poder. Ya paso un mes y pico y no me acostumbro. Todos me dicen lo mismo, "con el tiempo te vas a acostumbras", pero yo sé que no voy a poder nunca. En momentos como este, es cuando gritaría "paren el mundo que me quiero bajar". — digo ante la atenta mirada de Elías, que me mira como si entendiera lo que le estoy diciendo.

Es el bebé más hermoso que vi en mi vida. No podía ser de otra forma con los padres que le tocó.

— ¡Marcos, por el amor a Dios! ¿Le podes cambiar el pañal a ese chico? Nos tenemos que ir...— me grita Maruja desde el baño en donde se está arreglando.

—Tu madre es una viva bárbara, mientras ella se pinta como a una puerta, a mí me toca sacar mierda hasta la mitad de la espalda. — le digo bajito para que no me escuche Maruja. —Por cierto, ¿Me podes explicar cómo puede ser posible que un cuerpito tan chiquito pueda producir tanta cantidad de mierda en el día? Porque para ser sincero, no sé cómo haces... No puede ser que cada vez que te cagues te tenga que bañar. — le estoy hablando a mi hijo cuando entra Maruja a muestra habitación y al verme sentado en la cama con Elías sin cambiar me dice:

—Marcos, deja de decir estupideces y cambialo. Es caca. Cuantos años hace que te limpias el culo solo, ya tendrías que estar acostumbrado. —

—Si pero yo no me cago hasta la mitad de la espalda. — le contesto antes que me deje hablando solo.

—Bueno amigo, vayamos a sacar toda esa pasta de tu espalda. — le digo, no sé ni siquiera como agarrarlo para no ensuciarme todo. — Y vamos a tener que hablar seriamente, mi estómago no me da para esto. — le digo mientras que lo llevo al baño para lavarlo.

—Marcos, agarralo bien. Parece que es un leproso pobrecito... — me dice Maruja sonriéndose. Sé que disfruta verme en esta situación.

Comienzo a lavarlo y recuerdo el día en que nació Elías. Jamás en mi vida estuve tan asustado.

Todo ese día fue una locura. El que se adelante le parto, el enterarme que Elías era mi hijo, y el casi perder a Maruja... lo pienso y me agarra escalofrío. Se repite en mi cabeza esa imagen de todos corriendo mientras que decían cosas que no lograba entender y la puerta de vidrio cerrándose delante mío sin darme la posibilidad de volver con ella. Recuerdo que seguí a la doctora de Elías como un autómata. Ella trataba de consolarme diciéndome que me quede tranquilo que son cosas que pueden pasar y en "casi" siempre sortean sin problemas. Esa palabra, "casi", recién la entendí después que Maru estuvo bien. Creo que fue mi inconsciente que la obvió.

—Marcos, dale gordo, vamos a llegar para el brindis...— me dice Maruja trayéndome de vuelta al culo cagado de mi hijo.

—Si. Ya estamos. — le digo envolviéndolo en un toallón y volviendo a la habitación en donde tengo todo para cambiarlo. El resto del trámite es un suspiro.

Nos vamos para el departamento de Jony y Mara, este año festejamos fin de año en su casa.

En el camino, la miro a Maruja y le digo:

—Estas hermosa. —

—Si... me iba a poner la remera de lentejuelas, pero me dio miedo que me confundan con la bola espejada de boliche. — me dice mirando para afuera.

—No digas estupideces. Estas casi igual de cuando te embarace...— el solo hecho de pensarlo, despierta al vikingo. Todavía estamos de cuarentena. Y son los cuarenta días más largos de la historia de la humanidad.

Sin darme cuenta me cuelgo recordando el día que salió Maru y Elías del sanatorio...

Después que pasó el susto con Maru y les dieron el alta a los dos, los lleve a su casa. Éramos conscientes que teníamos una charla pendiente. Pero el tema era saber cuándo era el momento indicado.

Tal para cual... y ellos también. [COMPLETA]Where stories live. Discover now