Capítulo 28

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Les habían dado unas dos horas para que se conocieran, antes de casarse. A Eraztek no le había quedado más que aceptar aquel matrimonio.

—Tiene un jardín muy... Muy particular —sonrió levemente, observando todos los árboles secos, los arbustos del mismo modo, formados por puras ramas negras.

—Claro —le dijo desinteresado, caminando con ella.

—Mi señor, entiendo que casarse conmigo no le agrada ni un poco, y déjeme ser sincera al decirle que yo tampoco estaba de acuerdo con esto. ¿Cree qué con dieciséis años deseaba casarme con un hombre desconocido?

—Te hubieras negado y no tendríamos que estar pasando por esto.

—Mi señor, si yo hubiera podido hacer eso, lo habría hecho. Pero tal vez, podríamos llegar a un acuerdo, para que esto sea lo menos molesto posible para ambos.

—Sí, ya lo he hablado con mi consejero. Pronto tomaremos unas tierras al este, allí será construido un castillo, dónde irás a vivir sola. De ese modo, no tendremos que volver a vernos, y el trato con tu reino permanecerá en pie.

—Me parece perfecto —sonrió, volviendo a la vida un arbusto que estaba junto a ella, haciéndolo florecer y dar frutos en cuestión de segundos.

Eraztek la observó con una ceja arqueada, y ella sonrió incómoda, antes de bajar la cabeza.

—L-Lo lamento, soberano, cuando estoy feliz, la vida florece junto a mí.

—Ya lo veo.

—Sólo tengo una duda.

—¿Cuál?

—¿Azotará las tierras dónde será construido  el castillo?

—¿Por qué lo preguntas?

—Pues... Soy un hada de la naturaleza, mi padre es el rey de las hadas nocturnas, y mi madre de la naturaleza, y yo soy como ella, un hada de la vida, la fertilidad, y-

—Espera ¿Qué? ¿De la fertilidad?

—S-Sí, por eso todo crece cuando estoy feliz.

La miró con el ceño fruncido, incomodándola.

—¿Qué está mal, mi señor?

—Nosotros no podemos tener hijos, pero de algún modo el antiguo rey tuvo una hija. Yo no quiero eso, y tú estás suponiendo un riesgo.

—No se preocupe, no pasará.

—¿Cómo confiar en alguien qué no puede controlar su magia por sus emociones?

—Haré mi mejor esfuerzo ésta noche —pronunció incómoda, mirando hacia abajo... Mientras el césped crecía a su alrededores.

Eraztek miró aquello y suspiró. Malditas uniones forzadas.

"•"•"•"

—Melok.

Miró hacia el agua del río, su reflejo, llorando.

—Alessia.

—¿Por qué no tomaste el cuerpo que te hice? ¿Por qué no usaste la vida de ese demonio? ¿Por qué no quisiste regresar conmigo? —lloró.

—Yo ya no estoy más ahí, Alessia, mi tiempo de vida se ha acabado, entiéndolo.

—Pero te necesito conmigo, a mi lado, ya no puedo seguir sin ti.

Mi amor por ti será eterno.

—No, no, no te vayas, quédate un poco más conmigo —sollozó al ver qué la imagen de Melok desaparecía del reflejo del agua.

Tal vez se estaba volviendo loca, pero ella sabía que Melok vivía en su interior, que una parte de él aún estaba con ella. Y era esa parte la que ella quería sacar y devolver a la vida.

"•"•"•"

—Mamá ¿Quién era Tyra?

Meradia miró lo que estaba preparando, y buscó en sus estantes unas hierbas, mientras Meloween tenía en sus manos un libro infantil con dibujos.

—Tyra era mi hija —le dijo en un tono bajo.

—¿Tuviste una hija, mamá? ¿Dónde está ella?

—Ella está muerta, murió cuando tenía casi tu edad. Unas bestias la tomaron, la engañaron, le hicieron mucho daño, y luego la asesinaron, junto a muchos otros niños pequeños.

—Eso es horrible —le dijo abrazando el libro—. ¿Por qué hicieron eso?

—Porque eran unas bestias, unos monstruos —recordó apretando los dientes.

—Mamá ¿Tú te vengaste de ellos?

—Por supuesto, Mel, esas bestias sufrieron en carne propia lo que hicieron.

—¿Y quién era el papá de tu hija? ¿Él también murió?

Las facciones de Meradia cambiaron, y comenzó a guardar la poción en diferentes contendores.

—No, él no está muerto.

—¿Dónde está? ¿Lo conozco?

—No, no lo conoces. Él vive en un lugar muy lejano, torturando a esos hijos de putas que asesinaron a nuestra hija.

—Oh... ¿Y lo volviste a ver, mamá?

—No, nosotros no volvimos a vernos luego de que Tyra muriera.

—Lo siento —pronunció bajo.

Meradia miró a la niña, y luego se acercó a ella para abrazarla.

—Ahora te tengo a ti, y jamás dejaré que te dañen.

—Y yo siempre estaré contigo, mamá, porque te amo mucho —le dijo abrazándola, cerrando sus ojos carmesí.

—Y yo a ti, pequeña hadita preciosa.

No había vuelto a ver a Teraltes en siglos, más de medio milenio.

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Ofrenda a la bestiaWhere stories live. Discover now