Capítulo 4

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Gritó de dolor contra la almohada, al sentir que comenzaba a penetrarla. Él era enorme en todos los sentidos, y no esperaba que no lo fuera con su miembro.

Tembló, aferrándose a las sábanas, cuando lo sintió comenzar a embestirla, llorando. Dolía, dolía demasiado, tanto, que ni siquiera podía oír lo que le decía.

Pasó uno de sus brazos por debajo del pecho de ella, y la levantó, tomándola del cuello, para que levantara de la cabeza, escuchándola sollozar.

—E-Estarás bien —gruñó ronco, sin dejar de moverse contra ella, buscando entrar más en su interior, causándole un dolor insoportable.

Negó débilmente con la cabeza, sintiendo como su pulso se aceleraba, como su respiración entrecortada, le dificultaba poder ingresar oxígeno, hasta el punto de sentir que se desmayaría.

Y cuando sintió que el cuerpo de ella comenzaba a desvanecerse entre sus brazos, se detuvo, dejándola caer de frente a la cama.

Salió lentamente de Alessia, y la giró, mirándola. Ella apenas estaba respirando, y se veía mucho más pálida ahora. Le separó los muslos, y volvió a hundirse suavemente en la jovencita, que emitió un leve jadeo.

Bajó a su cuello, y lo chupó, mordiéndolo, tomando sus pequeñas caderas con fuerza, para intentar no embestirla con la rudeza que quería.

—Debes pasar la noche —gruñó contra su oído—. No dejaré que te vayas tan fácilmente de mí.

Y aquello, y su respiración pesada, fue lo último que escuchó antes de perder la consciencia.

''•''•''•''

Se dirigió hacia las mazmorras dónde tenía a sus futuros guerreros, y al llegar a las compuertas, dos de sus guardias las abrieron.

Sus ojos rojos anaranjados brillaron, y observó las celdas, dando lentos pasos en el interior. Algunos habían muerto ya, era extraño que los humanos pudieran pasar la transformación.

Es por eso que siempre exigía al reino vecino, humanos jóvenes, fuertes, saludables, porque de otro modo, no les serviría para nada.

Volvió hacia las puertas, y dio un par de pasos por delante de los guardias.

—Alimenten a los sobrevivientes con los muertos, y en las celdas vacías, coloquen nuevos humanos.

Miró hacia el cielo, observando a través de la oscuridad el sol, y supuso que la humana ya habrían despertado. Esperaba que sus siervos hubieran cumplido su orden.

''•''•''•''

—Sal de la cama ahora, a Melok no le agradará saber que aún sigues aquí. Vamos, arriba —exigió uno de los oficiales.

—No puedo moverme, me duelen mucho los muslos —le dijo con lágrimas en los ojos—. Por más que-

La tomó de una de sus muñecas, y la jaló al suelo, haciéndola caer fácilmente. Y fue imposible para Alessia no llorar, no sólo por el dolor de sus muslos e intimidad, sino también por el de su cuerpo entero ahora.

La cama a ella le llegaba por el pecho, y el golpe había sido muy fuerte.

—¡Levántate ahora, inútil! —bramó furioso.

La jovencita se tomó de uno de los bordes de la cama, y por más que lo intentó, lo único que pudo conseguir fue arrodillarse, temblando.

Con rabia, el oficial estaba por tomarla del cabello para ponerla de pie, cuando llegó Melok, mirando curioso a su siervo.

—¿Qué ocurre? ¿Dónde está la humana?

—Tirada en el suelo, le dije a la maldita inútil que se pusiera de pie ¡Y no lo hizo!

Frunció el ceño, expresión que no se podía ver por el casco de cráneo que llevaba, pero qué su oficial pudo deducir, debido a su mirada molesta.

Su súbdito bajó la cabeza, y él se acercó a ella, poniéndose de cuclillas a su lado.

—¿Por qué lloras?

—M-Me duele todo el cuerpo —sollozó—. No puedo caminar, lo juro... N-No puedo.

Suspiró con molestia, y la tomó por debajo de los brazos, subiéndola a la cama nuevamente.

—Debes bañarte.

—P-Pero no puedo moverme.

—Le diré a Deik que te lleve hasta la bañera, y te ayude.

—¡No! No quiero que me toque él... No quiero —le pidió cerrando los ojos.

—Dices que no puedes moverte, pero tampoco quieres que Deik te ayude ¿Cómo planeas asearte entonces? Sin contar con el hecho, de que deben lavar las sábanas y limpiar la habitación. Tendrás que salir de aquí puedas o no.

—Llévame tú entonces —le pidió en un tono bajo, derramando varias lágrimas—. No dejes que nadie más me toque, llévame tú.

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Ofrenda a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora