Capítulo 3

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—No me sirve de nada una humana —pronunció girándose, indiferente.

—¿Y qué hacemos con ella, Melok?

—Hagan lo que quieran, y tiren sus restos a los perros —sentenció, dispuesto a volver a sus aposentos.

—¡No! ¡Por favor, no! —gritó aterrada, al momento de ser arrojada hacia atrás, a merced de las criaturas que comenzaron a manosear su cuerpo—. ¡Por favor! ¡No me deje aquí! —lloró desesperada, intentando quitar todas esas manos que tocaban con descaro su cuerpo.

Sólo bastó que la bestia levantara una mano, para que sus súbditos se detuvieran. Alessia se alejó rápidamente de ellos, y al intentar correr, cayó arrodillada en el suelo, debido a las cadenas que habían en sus tobillos.

Llorando, se arrastró hasta Melok, raspando sus rodillas, tomándolo de las piernas, implorando piedad.

—P-Por favor no me asesine, por favor —rogó entre lágrimas.

—¿Y para qué podría quererte yo? ¿De qué podrías servirme?

—De lo que usted quiera, pero no me deje a merced de sus... Sus siervos —lloró.

—Ponte de pie, humana —le dijo con molestia, alejándola de sus piernas—. Y sígueme.

—S-Sí.

Tal vez, seguirlo a él era peor que quedar en manos de todas esas bestias... Pero estaba dispuesta a arriesgarse a hacerlo.

Con pasos temblorosos lo siguió por detrás, subiendo cada escalón, tomándose de las barandas para no tropezar y caer. Debido a que la altura de ellos era mayor a la de los humanos, los escalones estaban más separados entre sí.

Y ella seguía llevando las cadenas en sus tobillos, dificultándole aún más poder subir.

Lo siguió por un largo pasillo frío y oscuro, sin poder ver nada, sólo guiándose por el tacto, debido que iba tomándose de las paredes, hasta que él se detuvo.

Abrió una gran puerta de hierro, y al entrar, ella pudo observar con la escasa iluminación, que se trataba de una habitación. Y a juzgar por la decoración, era la habitación real, la de él.

Melok esperó a que ella entrara, y luego cerró la puerta, estremeciéndola.

—Sí pasas la noche, entonces vivirás como mi reina. Si mueres, lo cual es lo más probable, serás alimento de mis perros, como ya había dicho.

—¿Q-Qué se supone que haga? —preguntó temblando.

—Quítate la ropa, y sube a la cama.

—¿Q-Qué? —preguntó en un hilo de voz.

—Te quiero desnuda en mi cama —le dijo serio.

Lo miró aturdida, y con sus manos temblorosas, comenzó a desvestirse. Se quitó primero la cinta que pasaba por su cintura, y luego lentamente desprendió los botones del vestido, antes de dejar que éste se deslizara rápidamente por su cuerpo.

Colocó sus manos en la parte baja de su ropa interior, y cerró los ojos, quitándosela. Apretó sus labios entre sí, intentando no llorar, y terminó de quitarse la parte de arriba, antes de dirigirse a la cama.

¿Cómo diablos iba a hacer para subirse? Estaba muy alta.

Y entonces, sintió que él caminaba hasta ella, parándose detrás. Sintió sus grandes y heladas manos por debajo de su cintura, y sin dificultad alguna la subió.

—Quédate de espaldas.

Ella asintió con la cabeza, sin poder pronunciar palabra alguna, debido al nudo en su garganta. Y cuanto menos tuviera que verlo, más "fácil" haría aquello.

Él tomó el casco en forma de cráneo, y se lo quitó, dejándolo caer al suelo, estremeciéndola. Se quitó los guantes en forma de garra de metal de ambas manos, y los dejó caer también, seguido luego por su gruesa armadura.

Se pasó una mano por su corto cabello negro, acomodándolo un poco, antes de terminar de quitarse todo, quedando desnudo como ella.

Se acercó a la cama, y su mano de piel oscura, contrastó con la pálida piel suave de ella. Pasó suavemente las yemas de sus dedos por la columna de Alessia, haciéndola temblar.

La empujó contra el colchón, y se subió a la cama, arrodillándose junto a ella. Bajó su rostro por encima del trasero de ella, y subió con suaves besos por su columna, estremeciéndola.

—¿Crees qué podrás vivir? ¿Qué vas a pasar la noche? —gruñó contra su oído, colocándose encima de la jovencita.

Alessia se estremeció por completo al sentir que le separaba los muslos, sin poder responder.

—¿Sabes qué? Yo creo que seré cuidadoso contigo, humana —pronunció ronco, antes de besar su mandíbula, tomándola del cuello, levantándole la cabeza—. Hace mucho que no tengo una mujer de este modo.

Frotó suavemente su entrepierna contra el trasero de ella, haciéndola sentir como su miembro se ponía duro, sólo aumentando aún más la desesperación en la joven.

—Quiero que pases la noche —jadeó contra su oído, y más que un deseo, sonó como una exigencia—. Quiero que pases ésta noche, y muchas más, conmigo, hasta que me canse de ti.

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Ofrenda a la bestiaWhere stories live. Discover now