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El lunes la oficina es un caos

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El lunes la oficina es un caos. Parece un campo de guerra. Hay papeles y libros por todos lados, la gente va de un lado al otro y los teléfonos suenan.

—¿Hubo masacre colectiva y medio estado necesita abogados o qué? —pregunto dejando mis cosas sobre el escritorio que comparto con Daniel.

Daniel cierra su laptop y me mira como si no supiese sumar.

—¿Sabes que en el plazo de esta y la semana que viene se cierran todos los casos que teníamos aquí en la oficina? —dice sonriendo burlón.

—¿Ah, sí? —pregunto sorprendida.

Daniel me mira como si fuese un problema sin solución y se ríe.

—El último caso en tener su última sesión es el de Melanie —dice— ¿Si sabes quién es Melanie, no? Es la esposa del difunto Gustav Baraff y se le acusó de asesinar...

Le lanzo un lapicero.

—No soy tonta —le digo entre risas.

—Bien, ven, vamos a trabajar, siéntate —dice jalando la silla más cerca de la suya.

Nos sentamos uno al lado del otro a revisar los últimos documentos y a creanear lo último de la siguiente defensa.

Vuelvo a intentar establecer comunicación con Liam Mcgarden, pero ni él, ni sus abogados me responden.

Cuelgo el teléfono, me giro hacia Daniel y niego con la cabeza.

—Más tarde insistiremos —dice.

Me pongo a dar vueltas en la silla hasta que Daniel con su brazo me detiene y me hace seguir leyendo.

—Eso de ser aprendiz apesta —le digo.

—Eso de ser tu mentor apesta —responde—. Eres como una mascota, de esas que se orinan en tu alfombra.

Me parto de risa al punto de que se me salen algunas lágrimas.

—Escucha, Aria, sobre el otro día... Lo de Fox Sports...

—Oh...

—Sí, eso... Seré breve —dice—. Entré a estas clases cuando era niño, me gustaba mucho, tenía sobrepeso y me parecía la mejor idea para poder darles su merecido a los que me decían "Mc panzas"

Me carcajeo.

Me rio sin poder controlarlo. Daniel me mira serio, pero al cabo de unos segundos se ríe también.

—Lo siento, pero es que el apodo está realmente bueno —le digo.

—Ya sé, cada que lo digo me dan ganas de reír.

—Ay...

—Bueno, la cosa es que mejoré mucho en el deporte y es así como empecé a entrenar mi segundo deporte —continúa la historia—. Todos mis maestros le decían a mi padre cuán bueno era, al principio mi papá estaba orgulloso. Con el tiempo dejé de ser Mc Panzas, dejaron de molestarme en la escuela y me volví como tú dices... Karate Kid, ya tenía varios deportes en mi lista de habilidades y empecé a inscribirme en torneos. Ganaba siempre, mi padre siempre estaba conmigo en cada pelea... Con el tiempo fueron pagándome por participar en estos torneos, al principio fue bueno, ya que pagábamos las deudas, cuando empezaron a pagarme más y mi padre perdió su empleo las cosas empezaron a ponerse raras.

—¿Como?

—Empezó por hacerme levantar más temprano, me hacía entrenar diario, no quería que perdiera ni una sola clase en el dojo o en el gimnasio —frunce el ceño—. Llegó a hacerme faltar a la escuela para poder ir a boxeo en las mañanas. Por su culpa perdí un año de escuela, repetí un año, pero no le importaba yo hacía dinero todos los meses... Me paraba en un octógono a que me destruyeran la cara a cambio de un par de billetes. Ya no amaba lo que hacía, odiaba pararme ahí.

Daniel hace una pausa y extiende su bolsa de regaliz hacia mí.

—Un día llegó un peleador profesional al gimnasio donde entrenaba yo —dice—. Por alguna razón él sabía quién era yo... Y empezó a molestarme mientras entrenaba, quería ignorarlo, enserio me esforcé, pero al final terminamos peleando y es así cómo el vídeo ese se hizo viral. Mi padre enloqueció, empezó a verme como un negocio muy lucrativo las ofertas me cayeron a montones, pero yo odiaba esto y simplemente me negué a todo, tomé mis cosas y me fui a Dublín con mi mamá. Fin.

Daniel se encoje de hombros y me mira como diciendo "así es la vida".

Pero ahora tienes una oportunidad nueva, y has vuelto a amar el deporte, no lo dejes ir...

—Esta vez no —dice—. Iré con los de Fox.

Seguimos trabajando por las siguientes horas hasta que llega la hora del almuerzo.

Daniel se va a depositarle dinero a su madre al banco así que yo decido ir al comedor de la tercera planta.

Salgo de nuestra oficina topándome con el mismo caos de la mañana.

Mi estómago ruge.

Salgo de la zona de oficinas y voy bajando por las escaleras.

Escucho pasos acercarse así que alguien debe estar subiendo. Y en efecto alguien sube. Roy me mira durante algunos segundos.

—Hola —le digo con una sonrisa.

Me corresponde la sonrisa.

—Hola —dice.

Ambos seguimos con nuestro camino.

Otro que viene por las escaleras es el profesor Cooper.

—¡Aria! —exclama— ¡Espero que sepas que eres tú quien defiende en esta última sesión! ¡Órdenes de Baraff!

Sigue subiendo y yo me quedo en medio de las escaleras.

—Mierda.

*****

Me quito los tacones y dejó mi bolso en la entrada.

—Ay, ay, ay...

Camino hacia la cocina quejándome del dolor de pies que siento. Me sirvo agua y bebo como si hubiese estado en el desierto.

Hay una nota pegada en el refri. Aprovecho y saco la botella de vino.

Genial, Dakota se fue a cenar con Sam.

No hay quien cocine para mí.

Lloriqueo y me echo en el sofá. Con mi botella a mi costado.

Ahora sí estoy aburrida...

Miro para todos lados pensando en qué hacer. Enciendo la TV y busco algo entretenido, terminó por dejarlo en Los Simpsons.

Bien, tengo el caso que siempre quise, tengo mis cuadros, acabé la universidad como una de las mejores alumnas, vivo en un departamento precioso, mis amigas por fin tienen la felicidad que merecen, me siento bien conmigo misma...

Dios.

Ya cumplí todas mis metas... ¿Y ahora qué?

Me empino la botella y le doy un profundo trago.

Tengo todo lo que me planteé. Ya he conseguido todo eso que quería.

Dios, qué aburrido...

Ya tengo todo lo que quería, y estoy orgullosa de mí por ello, estoy feliz, pero... ¿Por qué no me siento tan llena como pensé que me sentiría?

EL PLAN SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora