Capítulo 13. La casa del incendio

Start from the beginning
                                    

―No puedes irte ―intervine―. ¿O me vas a dejar aquí?

Capté su angustia interior, pero no pensaba ceder. A ese paso, los dos jamás tendrían ni una mísera oportunidad.

―Puedes quedarte si quieres ―contestó Gerda, cogiendo una hoz.

―¿Qué podemos hacer? ―indagué.

―Pues yo no sé construir, de modo que voy a tener que contratar a alguien. Pero quiero centrarme primero en el terreno, a ver si puedo plantar algo antes de que llegue el invierno.

―Yo puedo encargarme de eso ―dijo Kevan―. De la casa, me refiero. Puedo pedirle a Aren que me eche una mano.

Aquello suponía que ella le viera todos los días durante no se sabía cuánto tiempo, por lo que pensé que Gerda se negaría, pero asintió con la cabeza. Me alegré en secreto, aunque sospechaba que no era cierto que Kevan supiese algo de construir casas. Ya de regreso a la fortaleza, él me confesó la verdad.

―¿Aren sí que sabe, no?

―Sí. Él se ha hecho su casa.

―Pues espero que acceda a ayudarte y que aprendas rápido.

Caí rendida en la cama, y al día siguiente, notaba dolor en piernas y brazos. No estaba nada acostumbrada a semejante esfuerzo físico, y de vez en cuando necesitaba detenerme para beber o recuperar el aliento. Pero me mantenía la mente ocupada y el anhelo a raya, y con el paso de los días me fui acostumbrando. Aunque tampoco es que Gerda o Kevan me dejasen hacer gran cosa.

La actitud de mi amiga para con Kevan se fue suavizando poco a poco. Pronto me confió que siempre había sabido que Kevan no tenía idea de construir edificios, pero que le hacía gracia verle afanarse para fingir que era todo lo contrario. Además, prefería que estuviésemos nosotros allí a tener que estar a solas con cualquier otro hombre.

Cuando quise darme cuenta, ya habían pasado dos semanas enteras desde que no veía a mi esposo. Gerda y yo conseguimos despejar de maleza todo el terreno a cultivar, y entonces Kevan convenció a otro hombre para que se encargase de la casa mientras él sachaba toda la tierra. Aquel era un trabajo bastante duro, y de un momento a otro, decidió quitarse la camisa. Enseguida me fijé en si Gerda le miraba o no, y comprobé con satisfacción que sí que lo hacía y que no parecía nada disgustada.

Una tarde, mientras las dos descansábamos con un racimo de uvas en el regazo, dije que Kevan era bastante atractivo. Ella miraba en su dirección y se volvió hacia mí con espanto.

―¿Estás loca? Tu esposo...

Me reí y su rostro se tiñó de perplejidad.

―¿Te lo parece o no?

―No veo qué importancia tiene eso.

―¿Te gusta?

Clavó los ojos en sus uvas y negó con la cabeza.

―Pues tú a él sí. ¿O por qué crees que está aquí?

―Para acompañarte.

―Si fuera así, se sentaría bajo un árbol a esperarme o se traería a alguien para pelearse mientras me decido a regresar a la fortaleza.

Noté sus ganas de mirar hacia Kevan, pero se limitó a suspirar. Le llamé a él para que se acercase, y Kevan no tardó en complacerme mientras Gerda me reñía con mirada.

―¿Qué pasa? ―preguntó entre jadeos. Había venido corriendo.

El sudor resbalaba por el relieve de su torso y su aroma no era nada desagradable, pero Gerda insistía en mirar las uvas.

―Siéntate un rato y come algo.

Gerda se erizó cuando Kevan se colocó a su lado, y apartó enseguida la mano cuando él aceptó sus uvas. Me puse en pie y Kevan no tardó un segundo en preguntarme a dónde iba.

―A por un poco de agua, tranquilo. Ahora vuelvo.

El cubo estaba lo bastante lejos como para permitirles cierta intimidad, y me recreé al beber. Sospechaba que si me ponía a hacer cualquier otra cosa, Gerda tendría una excusa para levantarse. Vi a Kevan intentando entablar una conversación y a mi amiga resistirse a ella, pero entonces, él dijo algo y Gerda sonrió.

 Vi a Kevan intentando entablar una conversación y a mi amiga resistirse a ella, pero entonces, él dijo algo y Gerda sonrió

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
ScarsWhere stories live. Discover now