Extrañandolo

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El verano de Draco no había sido asombroso. Principalmente porque se quedó en su ala de Malfoy Manor. Pero había un sentimiento extraño ahora. Ya no se sentía como en casa. Realmente no.

La mansión estaba oscura, misteriosa, pero se había agregado algo más: pura soledad. No había calor, no había una sensación borrosa de que se volviera tan aficionado durante el año pasado. No hubo felicidad. Este ya no era su hogar. Su hogar era un Gryffindor de ojos verdes, cabello negro y vidrios redondos.
Draco regresó de la lechucería marcada a la izquierda de la mansión, la noche ya se había tragado la tierra. Acababa de enviarle su regalo a Harry, esperando que llegara a tiempo para ser lo primero que Harry vería en su cumpleaños.

Lamentablemente, no habían estado en contacto durante todas las vacaciones, pero Draco tuvo que aceptarlo. Quedar atrapado estaría bien siempre y cuando le entregara su regalo a su novio sano y salvo.

Harry le regaló a Draco un león de peluche para su cumpleaños, junto con un cursi poema que Harry le escribió, que hacía que su corazón latiera cada vez que lo leía, a pesar de que era aparentemente hilarante. Cuando se sentía más solo, lo leía una y otra vez. Incluso hizo memorizar los dichos.
Al regresar a la mansión, su elfo doméstico favorito, Choo-Choo, se le acercó.

–El Amo Lucius desea ver al Amo Draco en su Estudio del Pasillo del este–  chilló la voz de Choo-Choo.

–Gracias, Choo-Choo.

–El Amo Draco ha sido muy amable últimamente.– El elfo se inclinó y fue a la cocina a hacer lo que sea que hagan en las cocinas. Draco calculó ¿que limpiaba? Nunca supo cómo era eso. Gracias a Salazar, él no era un elfo. No lo verías con un trapeador o una escoba o lo que sea que usen para el asunto cualquier día.

El elfo tenía razón. Draco estaba feliz. Él veía las cosas en una perspectiva ligeramente más brillante, lo cual es mucho considerando que no sabía mucho más de lo que le dijo su padre. Harry estaba abriendo un lado nuevo y mejor para él.

Draco se dirigió al ala este, preguntándose por qué estaba allí. No había estado cerca del centro de la mansión, y mucho menos del lado este, no estaba permitido. Probablemente porque el Señor Oscuro entraba y salía. Debe haberse ido en ese momento.

Cruzando hacia una gran puerta de ébano, Draco llamó tres veces para encontrarla abierta.

–Ahh, Draco, toma asiento.–  Lucius señaló uno de los muchos sofás de cuero que hicieron que Draco se sintiera tan incómodo. Draco odiaba estar en su oficina. La atmósfera en sí estaba en capas de tensión. Las paredes eran tan oscuras de marrón casi negras. El piso era un alce rayado, y los muebles tenían un temible tema de serpiente. No las serpientes badarse que todos aman, sino las que enfrían las varillas de la columna.

Draco salió a una de las sillas frente al escritorio donde estaba sentado su padre. Un fuego verde eléctrico se encendió en la chimenea de mármol negro, pero aún así el frío estaba presente. Tenía caballeros en todas partes, seguidos de pequeños postes de luz que parecían espadas.

–Buenas tardes, Draco.

–Buenas tardes, padre.

–¿Cómo estuvo tu año en Hogwarts?– Draco miró a su padre en cuestión. Nunca había preguntado eso antes.

–Erm ... Bueno, estaba ... bien, supongo.

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