DIECINUEVE

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Juliana siempre tuvo una memoria excelente, podía recordar detalles que mucha gente olvidaría fácilmente. Recordaba no solo fechas o lugares específicos sino detalles como la ropa que estaban usando o las palabras que que se dijeron en cierta situación. Cuando vivía con Valentina, ella era la encargada de recordar las citas que tenían, fechas de pago, aniversarios, incluso cosas más simples como regar las plantas y llevar el carro al servicio.

Recordaba perfectamente sus momentos importantes con Valentina, era como si pudiera verlos en su mente como en una película.

Obviamente había momentos que eran mucho más significativos y sus recuerdos eran mucho más claros, por ejemplo, su primera vez.

Al ser además su primera vez estando así con alguien, recordaba los nervios que tenía porque quería que todo fuera perfecto, recordaba la emoción al sentir la cálida piel de su novia bajo su cuerpo y sus suaves besos atrapando sus labios. Recordaba la intensidad del momento en el que se detuvieron a mirarse a los ojos y perderse en las pupilas de la otra. Recordaba el tiempo que se tomó en recorrer el cuerpo de su novia con sus besos, contando sus lunares y asombrándose por las reacciones que era capaz de provocar en ella.

Valentina, por el contrario, siempre tuvo una mala memoria, o eso fue lo que sus profesores, amigos y familia le decían todo el tiempo. Ella olvidaba fechas con mucha facilidad, olvidaba datos específicos, era muy mala ubicándose en un lugar sin su GPS. Era probable que te cuestionara sobre la conversación que habían tenido minutos atrás porque había olvidado de qué estaban hablando. Muchas veces los demás se enojaban con ella por ese detalle, Juliana había sido la única persona que no se molestaba en lo absoluto por tener que recordarle cosas porque sabía que no es que Valentina fuera olvidadiza sino que a veces se distraía en otras cosas.

Valentina podía olvidar un aniversario pero recordaba el perfume que Juliana había usado en su primera cita. Recordaba cada detalle que Juliana había compartido con ella sobre su vida, su familia y sus gustos. Recordaba cuales eran sus flores favoritas y cómo le gustaba tomar su café. Recordaba comprar las velas que le gustaban cuando iba al supermercado y nunca olvidaba cómo hacerla reír.

Juliana siempre le decía que era despistada porque estaba demasiado ocupada recordando las cosas más importantes.

Y eso era cierto, Valentina no olvidaba los detalles. Ella recordaba la música que sonaba de fondo cuando hizo el amor con Juliana por primera vez. Recordaba el olor delicioso de su cuello y el sabor salado de su piel al recorrer su cuerpo con sus labios. Recordaba el brillo especial que tenían sus ojos cafés mientras le decía una y otra vez lo mucho que la amaba. Recordaba la suavidad de su cabello mientras entrelazaba sus dedos en él. Recordaba la sensación de las manos de su novia recorriendo sus brazos, sus piernas, su abdomen.

Valentina no podía verlo como en una película sino que tenía flashes de detalles, como si fueran fotografías tomadas al azar de esa noche.

Ambas tenían formas muy distintas de recordar pero lo que era seguro es que para las dos había sido un momento inolvidable.

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Juliana pasó por ella vistiendo unos jeans deslavados, un suéter negro y unos botines del mismo color.

Eligieron una mesa en la esquina y conversaron sobre sus días y sobre el trabajo mientras disfrutaban de la pizza y una copa de vino tinto.

Valentina estaba nerviosa, Juliana lo había notado desde que había pasado por ella pero había preferido darle tiempo para que ella misma hablara de lo que sea que la tenía preocupada. Terminaron de cenar y pasaron a la cafetería de Sergio por una caja de pan para desayunar al día siguiente antes de dirigirse al departamento de Juliana.

Te cieloWhere stories live. Discover now