Te cielo

QUINCE

Después de leer el mensaje de Juliana, Valentina había tomado un baño delicioso que había logrado relajarla un poco y luego de cambiarse varias veces frente al espejo tratando de verse bonita para ella, había decidido que prefería mostrarse tal y como se sentía, por lo que optó por unos leggings de color negro y una sudadera varias tallas más grande del mismo color, dejó su humedo cabello suelto sobre su espalda y se pusó unos calcetines suavecitos. Había hecho todo esto en menos de 15 minutos para estar lista en el tiempo acordado.

Sin embargo, los 20 minutos se convirtieron más bien en 40 y Valentina ahora estaba dando vueltas en su habitación tratando de controlar los nervios y diciéndose mentalmente una y otra vez que Juliana llegaría y que no había nada de qué preocuparse.

Se sentó en su cama y empezó unos ejercicios de respiración que había aprendido en la clínica, de pronto escuchó unos ligeros golpes en la puerta de su recámara que estaba entreabierta.

"Val." Susurró Juliana asomando su cabeza a la habitación.

"Hola, Juls." Respondió con una media sonrisa en sus labios. "Pasa."

Juliana entró a la habitación, también llevaba puesto un outfit bastante casual que consistía en leggings negros, tennis del mismo color y una playera gris de Led Zeppelin. En sus manos traía una caja que Valentina reconoció al instante y palmeó el colchón a su lado para que Juliana se sentara.

"¿Qué sorpresa traes ahí?" Preguntó Valentina señalando la caja con sus cejas y con una sonrisa sabiendo de qué se trataba.

Juliana le sonrió de vuelta. "Me tarde poquito porque pasé con Sergio." Le pasó la caja y esperó a que Valentina la abriera.

"¡Son mis favoritos!" Exclamó muy emocionada. "Gracias, Juls."

"No es nada, solo pensé que sería algo rico, estamos celebrando, ¿no?"

Valentina no pudo resistir y dejando sobre la cama la caja de panes, se lanzó al cuerpo de Juliana abrazándola y metiendo su cara en su cuello, respirando su aroma y sintiendo el pulso acelerado de sus corazones.

Juliana respondió el abrazo un poco temerosa pero al mismo tiempo disfrutando cada segundo, al parecer esto seguía siendo igual que siempre. Una caja de panes de chocolate seguían siendo suficiente para darle a la mujer que podía tenerlo todo, unos minutos de felicidad.

Y en el fondo, Juliana sabía que no solo era el pan, no solo eran esos panes que ella sabía que eran sus favoritos, no solo era llevarle algo, para Valentina lo más importante era quién se lo llevaba. La oji-azul adoraba esas cajitas de pan por lo que significaban para ellas.

De pronto los recuerdos de todas esas mañanas compartiendo la mesa con Valentina, tomando café y comiendo esos panes la invadieron, sintió unas inmensas ganas de llorar y un nudo enorme en la garganta. Apretó los ojos tratando de contenerlas, disfrutó un segundo más del abrazo para después suspirar y empezar a alejarse de Valentina antes de que las lágrimas salieran.

Se separaron y se miraron a los ojos sin saber qué decir. Era obvio el miedo de Juliana y el nerviosismo de Valentina, aunque la segunda se moría de ganas por tirarse a sus brazos otra vez y no soltarla nunca.

Juliana siempre había sido su guía, su ancla y después de pensarla perdida para siempre, el tenerla frente a ella otra vez se sentía como el más increíble y maravilloso de los milagros.

"Gracias por esto y muchas gracias por venir." Le dijo con una sonrisa sincera.

Juliana pudo ver que la clínica realmente había ayudado mucho a Valentina, se veía más como ella, más como la mujer dulce, tierna y extraordinaria de la que se había enamorado tanto tiempo atrás. Aún tenía ojeras evidentes, aún estaba más delgada de lo normal, aún tenía una sombra nublando sus ojos cambiando ligeramente el color de un azul intenso a un gris opaco. Pero todo esto era de esperarse, no pretendía que en solo seis semanas volviera a ser la misma de antes. De hecho, dudaba bastante que ambas pudieran ser las mismas algún día, pero se alegraba inmensamente de saber que Valentina estaba mejorando.