Capítulo 10 -Venganza-

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Al mismo tiempo que corro hacia el líder de los guerreros, bramo:

—¡Intentad no herirlos de muerte!

—¡¿Qué?! —exclama Artrakrak mientras lanza y envuelve con una cadena la espada de un guerrero.

—¡Golpead, pero no matéis! —grito, preparándome para combatir contra el líder.

—¡Sea pues, que el viento árido que trae consigo La Moradora de La Oscuridad no les cubra los cuerpos y no les consuma las almas! —vocifera Mukrah a la vez que parte la lanza de un guerrero y con un preciso golpe lo deja sin aire.

Aparto la vista de las acciones de mis compañeros, acelero el paso y me preparo para combatir contra el líder y los guerreros que están junto a él.

—¡Eres un cobarde! —espeta el cabecilla aferrado a un hacha.

—¡Y tú eres tonto! —Esquivo el filo del arma—. ¡Si no os necesitaran para los juegos ya os habrían matado! —Vuelvo a evitar un ataque.

—¡Son débiles, como tú! ¡Como todos!

Uno de los hombres se adelanta, me intenta sacudir con una maza, pero me echo a un lado y esta impacta en el suelo. La piso antes de que pueda levantarla y parto en dos la empuñadura con Dhagul. Enfurecido, el guerrero trata de darme un puñetazo. Me inclino y le golpeo con el codo en el pecho. Me doy rápido la vuelta y le lanzo una patada frontal al estómago. Retrocedo un paso y digo jadeando:

—No lo entiendes, si no nos unimos ellos habrán ganado.

El líder levanta la mano y sus hombres se agachan.

—¿Crees que me importa? Ellos ya han ganado. —Baja el brazo y dos mujeres con arcos, a unos seis metros detrás del cabecilla, me lanzan flechas.

Son buenas, por más rápido que me muevo y por más que cubro una parte del cuerpo con Dhagul, no puedo evitar que la punta de un proyectil me desgarre un poco la carne del brazo.

Aprieto la mandíbula, aguanto la rabia y me contengo. No son monstruos, al menos no el tipo de monstruo que quiero cazar. Sí, son capaces de cosas horribles y quizá las hayan llevado a cabo, pero no soy un juez y no estamos en mi mundo. Aquí debo regirme por otras reglas, debo unirme con quien haga falta hasta que haya exterminado a los Ghurakis.

—Último aviso —advierto mientras se intensifica el brillo de la energía que me cubre los ojos.

—¿Último aviso para tu muerte? —pregunta y muestra los dientes teñidos con una capa de alguna sustancia que les da un tono azul oscuro; el mismo que el de las cuatro rayas que descienden por la cara.

Por un segundo, miro hacia mis compañeros. Están peleando juntos, se complementan bien, pero al tener que contenerse, Artrakrak está necesitando mucho apoyo de Mukrah. He de poner fin a esto cuanto antes.

—No, para la tuya. Si he de cortarte la cabeza para que tus guerreros me sigan, que así sea. —Ríe, levanta el brazo, se prepara para dar de nuevo la señal a las mujeres—. Esta vez no lo voy a permitir. —Lanzo a Dhagul; la espada vuela y pasa por el lado de la cabeza del jefe de los guerreros, marcándole la mejilla, rajándole la piel. Cuando el arma, que sigue surcando el aire, está acercándose a las arqueras, muevo la mano, dirijo el vuelo, troceo los arcos y clavo la mirada en el líder—. Repito, último aviso —sentencio, cogiendo la empuñadura de la espada cuando llega a mí.

—Maldito... —masculla, tocándose la herida de la cara.

—Si me obligas a repetirlas las palabras irán acompañadas con tu muerte.

—¿Por qué? ¿Por qué te contienes? —Mueve una mano y los guerreros van a por Mukrah y Artrakrak—. Lucha y vénceme. Es la única forma de que mis soldados te sigan. Es la única forma de que yo te respete. —Aprieta con más fuerza el hacha—. ¡Lucha! Hazlo, o tu guerrero, el que no es de piedra, morirá.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Where stories live. Discover now