Capítulo 8 -Somos lo que hacemos-

6.6K 542 180
                                    

Camino siguiendo el rastro del álbado. En estos momentos, cuantos más aliados consiga más posibilidades tendremos de dejar atrás este antro de dolor, humillación y sadismo.

No puedo quitarme de la cabeza la escena que acabo de contemplar. Pobre Dharta. Algo intuía antes de ser testigo de lo que el Ghuraki le obligó a hacer. Los ojos me transmitían que, aun intentándola ocultar bajo un manto opaco, no tiene un alma oscura.

Sin embargo, ese maldito ser le privó de la inocencia; le privó de poder mostrarla en público. Por eso, tuvo que esconderla en lo más profundo de su mente y ocultarla más allá de la tristeza que la empuja a camuflarse bajo un falso manto de crueldad.

Ser consciente de la carga que arrastra consigue que recuerde la mía. El pesar que siento por el sufrimiento de Dharta me enfrenta a recuerdos propios cargados de dolor. Recuerdos que, con la vana esperanza de que nunca saldrían de ahí, he querido mantener alejados del presente enterrándolos en lo más profundo de la memoria.

Con cierta angustia, me viene a la mente la última conversación que tuve con el que fue como un padre para mí. Escucho de nuevo su voz, le veo el rostro cargado de bondad y observo cómo de los ojos emana algo que siempre me atormentará. En ellos nace la convicción de uno que sabe cuál será su destino, nace la voluntad de sacrificio y el deseo de que nadie le impida morir ejecutado.

«¿Por qué fui tan ciego? ¿Por qué no supe interpretarlo? —Por unos segundos, el dolor silencia los pensamientos—. ¿Acaso usaste tus poderes sobre mí para que no fuera consciente de tu destino?».

Con la culpa golpeándome sin piedad, me detengo y me dirijo a él. Sé que ya no está entre los vivos, pero necesito hablarle:

—Maestro, en aquel momento no le di demasiada importancia a tus palabras, no supe... —La tristeza se adueña de mí y me paraliza la voz—. Te fallé. —Ladeo la cabeza, observo las densas telarañas que cubren una antorcha largo tiempo apagada y repito—: Te fallé, no estuve cuándo me necesitaste. Debería haberle arrancado la cabeza a ese maldito silente antes de que pudiera tocarte. —La angustia es tan punzante que noto cómo mi alma palpita mientras sufre—. Lo siento...

Me fijo en cómo una araña, más grande que un puño, recorre en busca de alimento la construcción que ha creado para cazar. Atrapado, hay un pequeño insecto que hace vibrar las seis alas y golpea la densa red con el diminuto pico, afilado y puntiagudo. Cuando parece que todo está perdido para la presa, emite un zumbido y decenas de insectos de la misma especie salen de las sombras para atacar al arácnido. Ha sido una treta. El depredador ha subestimado al pequeño animal que creía tener aprisionado en las redes y ha pagado por ello: se ha convertido en víctima.

Mientras veo cómo "la presa" se despega de la telaraña y se suma al ataque, me dirijo de nuevo al maestro:

—Eras sabio. Tus últimas palabras, envueltas en el típico halo de misterio que te caracterizaba, presagiaban tu final y mi viaje. Llegaste a verme aquí, en este mundo al que no pertenezco, alejado de nuestra tierra en el momento en que más me necesita. —La araña, que está recubierta de pelos, muere envuelta en su propia tela y eso me lanza al pasado, instantes antes de convertirme en piedra—. ¿Quién era ese ser peludo? ¿De qué me conocía? —Hago una pausa, centro la mirada en el pasillo y observo cómo a unos diez metros la llama de una antorcha juega con las sombras—. ¿Qué me ocultaste? —Camino hacia la luz y prosigo—: Después de despertar, después de dejar atrás una eternidad convertido en roca, algo dentro de mí ha empezado a cobrar fuerza... Algo que me da miedo. ¿Padre, qué soy? Siempre me dijiste que era un humano tocado por la gracia de los antiguos dioses que custodiaban Abismo. —Niego con la cabeza, no quiero hacerlo, pero acabo exteriorizando lo que pienso—: Quizá mis poderes no provengan de los dioses, quizá provengan... —dejo la frase a medio pronunciar, lo que iba a decir es demasiado fuerte, demasiado doloroso. No, debo desechar esa idea. Yo no soy eso.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora