Capítulo 32 -Sufrimiento-

3.5K 353 176
                                    

—Ignorantes criaturas, no podéis vencerme —manifiesta El Primer Ghuraki con una pérfida sonrisa.

Bacrurus dirige el puño contra la cara de nuestro enemigo. Este frena los nudillos con la palma, aprieta la mano y le rompe los huesos. El magnator grita.

Corro, me inclino hacia atrás, esquivo el brazo de El Primer Ghuraki, dejo que el cuerpo caiga y apunto a Dhagul hacia el estómago del ser de piel púrpura mientras las rodillas resbalan por la superficie de la arena. Por un segundo, estoy convencido de que voy a conseguir que sangre. Sin embargo, lo único que logro es que la espada se vuelva a romper.

—No aprendes —dice El Primer Ghuraki, al mismo tiempo que me agarra de la coronilla.

Una flecha de energía le alcanza la espalda y lo obliga a emitir un gemido. Aprovecho, le cojo de la muñeca y lo fuerzo a soltarme. Me levanto, lanzo la rodilla y le golpeo el muslo. Me duele, su cuerpo es demasiado duro, maldigo y aprieto los dientes.

Mukrah, a la vez que le sacude en el estómago, asegura:

—Los susurros del olvido te reclaman.

Aunque la mano de mi hermano se agrieta un poco, el golpe ha conseguido desconcentrar a nuestro enemigo. El Primer Ghuraki suelta el puño del magnator, pega al hombre de piedra en la cara y dice:

—Solo conseguís retrasar lo inevitable.

Doscientas Vidas aprovecha para lanzar las hachas contra el pecho del ser de piel púrpura. Cuando las armas impactan, por un momento, pienso que por fin lloverá sangre Ghuraki sobre la arena de La Gladia. Aunque la ilusión me dura poco menos que un segundo, las hojas se quiebran sin herirlo.

La mirada del Primer Ghuraki brilla con un negro intenso, está a punto de coger a Geberdeth del cuello y aplastarle la garganta. Bacrurus empuja a Doscientas Vidas y se pone en medio. El ser de piel púrpura aprieta el pescuezo del magnator hasta que los ojos se inyectan en rojo. Mi amigo suelta un alarido y queda casi inconsciente.

—Malditos inferiores, ¿por qué os resistís? —pregunta el engendro sin saber realmente por qué seguimos luchando.

El Primigenio vuelve a lanzar una flecha de energía. Por un instante, mientras contemplo cómo la luz resplandece en la espalda del Ghuraki, veo a varias sombras formadas por niebla oscura volverse visibles; son como pequeños hilos que salen del cuerpo de nuestro enemigo. Aunque desaparecen rápido, alcanzo a observarlas el suficiente tiempo para saber qué son.

—Se elevan hacia el cielo... —murmuro, fijando la mirada en la densa nube de niebla que tapa la luz del sol—. Son lo que conectan el alma de El Primer Ghuraki con el cuerpo de Haskhas.

El ser de piel púrpura me escucha, suelta un chillido, se gira y me golpea en el pecho con todas sus fuerzas. El último latido que produce mi corazón antes de pararse es acompañado por el sonido de las costillas rompiéndose. Vuelo unos metros y caigo a peso muerto sobre la arena.

Sin poder moverme, con los músculos paralizados, pienso:

«El cuerpo se sanará...».

En otros tiempos me habría parecido extraño poder seguir pensando con el corazón parado. En cambio, ahora sé que puedo mantener la consciencia aun sin que la sangre me recorra las venas. El único efecto de la parada es que me inmoviliza el cuerpo.

Escucho los golpes, parece que mis hermanos están aguantando bien. No obstante, después de que pase medio minuto me empiezo a inquietar al escuchar cómo cae alguno.

«Necesito sanarme rápido, mis amigos, mis hermanos, no aguantarán mucho sin mí».

Tengo la visión clavada en el firmamento. Ver la fuente del poder del Ghuraki me intranquiliza.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora