Capítulo 51 -El verdadero poder del silencio-

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—Vagalat —escucho la voz de la mujer de piel azul—. Vagalat, despierta.

Abro los párpados, me cuesta, pero logro centrar la visión en su rostro. Tras parpadear consigo que deje de ser borroso.

—¿Qué ha pasado? —pregunto, incorporándome y tocándome las sienes.

Se sienta en el suelo, cerca de mí, me posa las puntas de los dedos en la mejilla y explica:

—Te vencieron con tu propia oscuridad.

Estoy mareado, me duele la cabeza y me cuesta entender lo que ha sucedido.

—¿Mi oscuridad? —Me miro el brazo, muevo la mano y noto cómo se pliega la piel ennegrecida—. Oscuridad... —susurro.

A través de los dedos de la mujer siento un cosquilleo que se extiende por la cara. En poco tiempo, este me recorre el cuerpo y anula los efectos del veneno.

—Oscuridad —repito, poniéndome de pie.

Recorro el entorno con la mirada. Los seres oscuros de nuestro ejército, La Cazadora y los arqueros, están inmóviles... parecen estatuas. Al contemplarlos, percibo lo que ya he experimentado varias veces: el tiempo se ha detenido.

La mujer se adelanta un paso y dice:

—Tus soldados no tienen posibilidades de vencer. Estos arqueros han sido creados con una de las energías más oscuras de Abismo. Les ha dado forma con su alma uno de los siervos de Él. Uno de lo más poderosos, un miembro de su guardia personal: un Conderium. —Me mira a los ojos—. Ni siquiera ella sobrevivirá al enfrentamiento. —Señala a La Cazadora.

—Pues haz que el tiempo deje de estar parado. —El odio que siento me obliga a apretar los puños—. Los destruiré.

—Te destruirán a ti —asegura—. Es lo que buscan. Buscan que tu mente se nuble para que seas incapaz de canalizar el silencio.

Sé que tiene razón, pero el deseo de vengarme me impide pensar con claridad.

—Eso no pasará. No volverán a vencerme.

Se da la vuelta y dice:

—Observa. —Eleva los brazos y el tiempo se vuelve a poner en movimiento.

Aunque quiero correr y atacar a los enemigos, los músculos no reaccionan. Intento gritar, pero las cuerdas vocales se niegan a producir sonido alguno.

«¿Qué pasa?».

«Contempla».

Las flechas de los arqueros destrozan a los seres oscuros que he reclutado. Aunque lo que más me duele es ver cómo arrinconan a La Cazadora. La Ghuraki logra decapitar a dos, pero luego la inmovilizan. Mientras unos la obligan a extender los brazos y pegarlos a la pared, otros lanzan saetas y clavan las extremidades al muro.

«¡Libérame!» repito varias veces inútilmente.

La mujer se da la vuelta, señala el suelo y apunta:

—Tu cuerpo aún combate el veneno.

Siento cómo algunos músculos me obedecen, giro la cabeza y me sorprendo al verme inconsciente tirado sobre la superficie empedrada.

Perplejo, suelto:

—¿Qué...? —Escucho un chillido y miro en la dirección de La Cazadora—. ¡No! —bramo, al ver cómo un arquero coge una espada de uno de los seres oscuros y la clava en el abdomen de la Ghuraki—. ¡Malditos, os mataré a todos!

—No te oyen —pronuncia la mujer con calma.

Aprieto los dientes.

—Haz que despierte —mascullo.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora