Capítulo 3 -La llama interior-

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—¡Despertad, holgazanes! —los gritos me sacan de una horrible pesadilla. Una donde miles de cuervos me picoteaban el cuerpo mientras un silente podrido me señalaba y reía—. ¡He dicho que os despertéis! —El que chilla aporrea la pared de tablones de madera.

Aunque solo veo a uno, sé que varios hombres, ataviados con extraños cascos negros que acaban en forma de pico y conlos ojos cubiertos con cristales oscuros, entran y nos quitan los grilletes.

—¡Levanta, esclavo! —brama el que me ha liberado. No espera ni un segundo, me golpea y repite—: ¡Levanta, esclavo!

Observo con rabia los vidrios tintados. Justo cuando estoy a punto de escupir, se acerca uno de los presos con las manos alzadas y dice:

—Deja que le ayude. —El hombre del extraño casco se toma un tiempo, pero al final asiente—. Vamos, compañero. —Me tiende la mano, se la cojo y siento el tacto frío de la piel de piedra. Lo miro a los ojos y veo cómo el iris brilla con un azul intenso. Mientras me ayuda a levantarme, comenta—: Por tu cara parece como si nunca hubieras visto a un niareg.

—¿Niareg? —pregunto extrañado.

—¡Daos prisa! —grita el hombre que me quitó los grilletes.

Supongo que, en parte, vuelvo a sentirme vivo, porque noto cómo la rabia se apodera de mí y siento cómo me posee el deseo de arrancarle el casco.

—Pasa tu brazo por el hombro, te ayudaré a salir.

Creo que mi compañero ha intuido lo que estaba pensando y ha actuado con rapidez para quitármelo de la cabeza. Hago lo que dice y, mientras caminamos hacia el exterior, me pregunto:

«¿Qué eres exactamente? ¿Piedra animada? ¿Un alma atrapada en roca?».

Ajeno a las preguntas, me mira con los ojos resplandecientes y sonríe. Desde que he despertado en este extraño lugar es la primera vez que percibo bondad. Ojeo a los otros dos que comparten nuestra suerte y con tan solo cruzar las miradas sé que no son tan nobles como el hombre de piedra.

Centro la visión de nuevo en mi compañero y le digo:

—¿Por qué me ayudas?

—Buena pregunta... —Se queda callado unos segundos hasta que salimos al exterior—. Ahí tienes la respuesta. —Señala el cielo con un movimiento de cabeza.

Observo las nubes, pero no comprendo qué quiere decir.

—No entien...

—Un hombre merece morir libre —me interrumpe—. Y ya que no vamos a poder hacerlo en total libertad, al menos merecemos morir con el cielo como techo. —Me mira a los ojos y sonríe—. No podía dejar que te mataran ahí dentro. Creo que no es un bonito lugar para partir.

Contemplo la piel gris de la cara, observo las facciones tan humanas y digo:

—Gracias por ayudarme.

—Solo somos granos de polvo, y aquí, más que nunca, debemos ayudarnos para hallar una corriente de aire que eleve nuestras almas y nos libere de forma digna de esta prisión.

El que nos despertó a gritos se pone a nuestro lado y suelta:

—Bonitas palabras. Merecedoras de ser escritas en papel. —Ríe y se toca la sucia barba trenzada—. Sí, en un precioso papel para que me pueda limpiar el culo con ellas.

Los hombres de los extraños cascos sueltan carcajadas y estas se unen a la asquerosa risa del que parece ser el superior. Si no fuera una sombra de lo que fui, habría silenciado a este desgraciado atravesándole la garganta con Dhagul...

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora