Capítulo 34 -El destino de Adalt-

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Jiatrhán aprieta la hoja de la espada y reconoce:

—Se ha vuelto más resistente.

Me da un puñetazo en el estómago, piso con fuerza la arena y mascullo:

—Dhagul es más resistente porque yo me he hecho más fuerte. —Bajo la espada y le golpeo la cara con el reverso del puño.

El ser peludo gira la cabeza y ríe.

—Vagalat, el ingenuo, el idealista: el tonto. —Lanza las garras contra la pierna y me las clava en el cuadriceps—. Eres más fuerte, Dhagul más resistente, pero tu carne sigue siendo blanda. —Mueve la lengua en el aire.

—Mi carne es blanda pero quema. —Manifiesto el aura carmesí y llamas de ese color suben por el brazo de Jiatrhán.

Saca las garras de la pierna, las mueve en el aire y sofoca el fuego. Maldice, me mira y gruñe. Aunque no distingo bien la expresión del rostro, sé que ha cambiado su actitud y que no va a seguir menospreciándome.

—Es una grata sorpresa que hayas recuperado una parte de tu poder. —Hace una señal a su hermano y pronuncia entonando—: Niños degollados cantaron y durante noches vivieron muertos en un sueño de vida. Los dioses los escucharon, susurraron y a nosotros nos enviaron. —Camina hacia un lado, me observa—. ¿Todavía no me recuerdas? —Ríe—. Parece que no, parece que solo soy una sombra en tu memoria. —Con cierta sorpresa, se fija en lo rápido que se me cierran las heridas—. Vagalat, Vagalat, sin duda empiezas a recobrar tus antiguas habilidades. —Detiene el paso, se acerca una garra a la cara y la lame—. Pero sin tu memoria, solo eres un juguete roto.

Después de hablar, corre y me lanza una zarpa. Aunque logro frenar el ataque con Dhagul, mueve la garra que ha empapado con saliva ácida y me arroja el líquido a los ojos. Chillo, las córneas se me abrasan y empiezo a perder visión.

Me echo las manos a la cara y espeto:

—Cobarde, tienes que recurrir a golpes bajos para ganar.

Me sacude con la rodilla en la barriga. Cuando caigo hacia delante, me coge del pelo y me echa la cabeza hacia atrás.

—No he venido a curar mi orgullo herido, no estoy aquí solo para vengarme porque me clavaras a Dhagul. —Me pasa la lengua por el rostro y termina de cegarme—. Eras un regalo, una ofrenda que no llegó a donde la envié. No sé por qué te libraste de acabar en el centro de Abismo, pero antes de que terminen de resquebrajarse las puertas que lo mantienen cautivo cumpliré mi palabra y te mandaré a los dominios de Él. —Vuelve a lamerme la cara—. Un trato es un trato. —Suelta una carcajada.

Aunque no veo, me guío por el oído, manifiesto a Shaut y lo dirijo hacia las risas. Al instante, escucho cómo la hoja corta la carne y cómo se le clava en el rostro. Jiatrhán grita, me golpea en el pecho y salgo disparado.

«No puedo cometer más errores, es más poderoso de lo que parece y todavía no ha mostrado de lo que es capaz» pienso, mientras ruedo por la arena.

Cuando la inercia cesa, me pongo en pie y me conecto con Laht. A través del cuervo sagrado veo cómo Jiatrhán camina hacia mí.

—Tengo que sanarme... —susurro.

Dfhutrei, el hermano del ser peludo, se da cuenta de que estoy usando a Laht para orientarme, alza la mano, apunta con ella hacia el cuervo sagrado, la mueve y lo arroja fuera de la ciudad.

—¡Laht! —bramo.

—No te preocupes por tu cuervo, preocúpate por ti —dice Jiatrhán antes de herirme en la barriga con las garras.

El Mundo en Silencio [La Saga del Silencio parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora