ix. Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros

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Gale y yo nos quedamos tras Katniss cuando una mujer de piel oscura se acerca a hablarle.

—¡Estás viva! —le dice—. No estábamos seguros.

Boggs las presenta.

—Esta es la comandante Baylor, del Distrito Ocho. Katniss aún no se ha recuperado pero ha insistido en ir a ver a vuestros heridos.

—Pues será por heridos.

Todos avanzamos dentro, y una vez que se corre el plástico que cubre la entrada, siento cómo me quema la nariz con el olor a podredumbre. Cuerpos de muertos se apilan en el suelo, uno al lado de otro como si este fuese un cementerio improvisado.

—Tenemos una fosa común a unas cuantas manzanas al oeste de aquí —nos dice Baylor—, pero, como es obvio, no puedo dedicar hombres a trasladarlos. El hospital está detrás de esa cortina —añade, señalando al frente. Se gira hacia Katniss—. Cualquier esperanza que puedas darles es poca. El Capitolio ha hecho lo posible para desmoralizarlos.

—¿No te preocupa tener a todos los heridos en el mismo sitio? —pregunta Gale.

—Creo que es mejor que dejarlos morir.

Intento no mirar a los muertos a mis pies, pero es casi imposible. Voy a tener pesadillas con la sangre y los ojos cerrados. No puedo. Me doy cuenta de que esto sí que es una guerra. Pensé que me quedaría bajo tierra, pero el rifle entre mis manos rígidas me hace darme cuenta de lo contrario.

—No me refería a eso —indica Gale.

—Bueno, no se me ocurre otra cosa, si tenéis alguna sugerencia soy todo oídos. Es por aquí.

Por fin corre las cortinas y dejo atrás a los muertos, pero lo que veo delante de mí no es mucho mejor. La multitud está en todas partes del concurrido hospital, si se le puede llamar así, y la gente intenta ayudar a los enfermos y heridos, que gritan, lloran y se mueven y retuercen entre el caos y la porquería. Miro a Gale un momento. Su rostro duro observa todo casi no inmutándose, pero sus ojos me dicen que sufre y se le reconcomen los adentros tanto como a mí.

—No me grabéis aquí —pide Katniss en un susurro ahogado—. No puedo ayudarles.

—Sólo deja que te vean —la convence Crésida.

Ella se adentra dentro y yo detrás. Llega un hombre corriendo. De piel oscura y de pelo corto y negro.

—Se ha caído un servidor —le dice a Baylor.

Ella suelta un taco.

—Puedo ayudaros, soy la hacker de Alma Coin —le digo con una pequeña sonrisa—. Algo sé de informática.

Ambos asienten y el hombre me guía a una sala pequeña. Creo que me alegra alejarme de los heridos un poco, pero puedo verlos y oírlos a través de la puerta abierta y del cristal que nos separa en la pared.

El hombre me señala unos ordenadores y yo me siento en una silla mugrienta a teclear un rato. No sé para qué pueden querer utilizar estas antiguallas, pero me doy prisa en intentar trabajar lo más rápido que puedo.

Me mantengo absorta en código binario y encriptación del servidor durante un rato. El hombre se queda pacientemente detrás, mirando qué hago. Quizás intentando aprender algo de cómo se mueven mis manos sobre el teclado.

Entonces las voces al otro lado callan. Miro arriba para ver a Katniss hablando con otros heridos, y entonces todos levantan las manos en el singo de la rebelión. Justo entonces, el proceso termina y se resetea el servidor. Me giro para mirar al hombre.

—Listo.

Él asiente, absorto aún en lo que está pasando afuera. Me acompaña afuera y me junto con Gale. El hombre le susurra algo a Baylor y ella asiente.

A STORM LIKE HER ━ Gale HawthorneWhere stories live. Discover now