Obito

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Obito era... ¿Cómo podría describirlo? Un diamante en bruto. Era sensualmente atractivo, pero desconocía lo que podía causar en una mujer. Su timidez y falta de confianza le jugaba en contra. Sería difícil que cayera ante mí, pero ya había empezado esto y no me iba a rendir. Si superaba esta prueba, los demás seguidores de Sasori serían pan comido.

No es que sintiera que él se moría de deseo por mí, no tengo mi autoestima tan alto para creer eso, pero si notaba las miradas que me daba de vez en cuando. Sobre todo cuando Sasori me besaba frente a todos. Quizás eran de curiosidad, por querer ser así de atrevido. O de nerviosismo, por no estar acostumbrado a presenciar esas cosas.

Lo que sabía de él, es que fue criado por su abuela, conservadora desde los pies a la cabeza. Por eso al chico le costaba tanto desenvolverse en el ambiente universitario lleno de drogas, alcohol y sexo. Era como un cachorrito en una manada de lobos.

Y aunque fuera incorrecto lo que estaba a punto de hacer, lograba encenderme por lo inmoral de mis acciones y la adrenalina que inundaba mi cuerpo, aumentando las ganas que tenía de hacer pagar a Sasori por esto.

Llevaba un buen rato mirándolo.
Sin que lo notara, lo había seguido durante todo el día, esperando el momento perfecto para atacar. Agradecía no haberme topado a Sasori en mi intento de psicopatía.

Estaba en la biblioteca. Solo. Desde hace un buen rato se había separado de Rin, su amiga. Pobre, es tan evidente que esta enamorado de ella y no es capaz de confesarse. Quizás, al final del día pueda hacerlo, luego que lo transforme y le robe toda la timidez.

Se levantó a guardar el libro que tomó prestado hace un rato. No se veía mucha gente a esa hora de la tarde. Era el momento perfecto.
Me levanté y caminé tras él, creyéndome una experta actriz en el arte de la vigilancia y la seducción.

Disimuladamente me paré a su lado, intentando alcanzar un libro de la quinta repisa del estante, la cual, claramente no alcanzaba por mi estatura.
Hice un falso esfuerzo por tratar de tomar cualquier libro que estuviera allí, quejándome para llamar su atención.

Me miró.

— Sakura-san — me saludó cordialmente, casi en un susurro

— Oh, Obito-kun, no te había visto— ¿De verdad podía ser tan mentirosa? Comenzaba a sorprenderme de mis habilidades

— ¿Qué libro necesitas?

Ni idea. Ni siquiera sabía en qué sección estábamos.

— Ese, el de la cubierta verde

Me miró extrañado. Extendió su largo brazo hasta tomar el libro que le pedí. Lo recibí con una sonrisa. Miré la portada. Aritmética avanzada. Era una idiota.

— No sabía que tenías clases de matemáticas

— Ni yo — susurré

Me dio una sonrisa algo fingida y se dio la vuelta para salir del pasillo. No podía perder mi oportunidad. No ahora.
Miré hacia todas partes, buscando una señal que me ayudara en esos momentos.
Y que maravilloso es tener una biblioteca antigua en la universidad donde existen pasillos donde a penas llega la luz.

¿Pero cómo podía convencerlo de que me acompañara hasta allí? Fácil. Ni siquiera se lo preguntaría.
Apuré mi paso hasta alcanzarlo y lo tomé del brazo, arrastrándolo prácticamente al final del último pasillo, donde ni siquiera las voces llegaban. Una tenue lampara que parpadeaba sobre el techo era la única compañía, junto al montón de libros en el estante que ahora se encontraban a su espalda, mientras yo lo arrinconaba.

— Sa... Sa... ku

A pesar de la oscuridad del lugar, podía ver como su rostro se encendía y evitaba mirarme. Al parecer no estaba acostumbrado a tanto contacto físico. O también podía ser el hecho se que yo era la novia de su amigo.

Femme fataleWhere stories live. Discover now