ж Capítulo XIV: Tras la pista de cuervo (II) ж

Comenzar desde el principio
                                    

Al tirar de la manija oxidada, las bisagras rechinaron y ella se introdujo en la oscuridad. Extendió la palma de su mano y en un suave susurro dijo:

Luminae.

El pequeño resplandor que se formó en su palma fue guiando su camino, y para cuando volteó a ver al espectro, la mujer la atravesó y provocó que por un momento se le entrecortara el aliento.

Tras reponerse, caminó durante largo rato, subió algunas escaleras y llegó hasta una entrada rectangular. La mujer la atravesó y ella empujó la superficie. Esta se abrió y se dio con la sorpresa de que acababa de llegar al salón de Clarividencia.

Y en el centro, el revelador se removía en ondas y soltaba algunos destellos dorados.

—El hechizo... —Emerald volteó a observar a la mujer y esta asintió.

Comenzó a caminar hacia el revelador. A través de la ventana, vio que la luna estaba brillando en lo alto. Solo en ese momento se dio cuenta de que se encontraba soñando. Según el ciclo lunar, ese día había luna nueva, no luna llena.

—Conoces el camino —dijo la mujer a sus espaldas y ella volteó—. Cuando la luna se encuentre brillando en lo alto, elabora el hechizo. Solo en ese momento podrás ver las cosas que pasaron... Trae contigo al muchacho de cabello negro, de lo contrario, esto no funcionará.

Emerald extendió los dedos hacia las ondas que alborotaban sin cesar y estas la envolvieron, provocando que sintiera mucha tristeza dentro de su ser. Experimentó un remolino de emociones nuevas, sus recuerdos se mezclaban con los de alguien más, pero no podía verlos, tan solo percibía los sentimientos que estos habían dejado atrás.

—Despierta... —Sus ojos se entreabrieron. Julian se hallaba frente a ella, observándola a una distancia demasiado cercana.

—¿Qué haces? —preguntó en un tenue aliento, su corazón palpitaba y sentía el rostro enrojecido. Por alguna razón, además, le parecía percibir una sensación de calidez en sus labios.

—Ya va a ser hora de desayunar —respondió él sin apartarse—, vine a ver cómo te encontrabas.

—Estoy... bien —dijo ella y rompió el contacto visual mientras se sentaba—. ¿Y Draven? —Ante la pregunta, Julian simplemente se encogió de hombros.

—No lo he visto, debe de haber ido con el resto al comedor.

—Entiendo... Bueno, gracias por venir, Julian. —El pelinegro asintió y se cruzó de brazos, Emerald lo observó y luego dirigió su mirada a la puerta—. Necesito cambiarme el pijama —respondió.

—Ah, sí, claro. Perdón.

Julian se puso de pie, fue en dirección a la salida y cerró la puerta con suavidad. Emerald sujetó su rostro y lo aprisionó. Luego cayó en cuenta de que él pudo ver su verdadera apariencia, pero al correr el espejo y ver su rostro, notó que tenía la apariencia de su hermano.

—¿En qué momento volví a activar el hechizo? —se preguntó.

Por inercia, miró sus pies y se percató de que estaban llenos de tierra. Al volver el rostro hacia la cama, vio que encima de las sábanas que cubrían el colchón también había restos de suciedad.

—¿Acaso no fue un sueño?

No tenía demasiado tiempo para ponerse a pensar, el desayuno ya había dado inicio y si no asistía, era más que probable que recibiera una reprimenda por parte de Greyslan. Entonces, Emerald retiró las sábanas sucias y las dejó dentro del cesto de ropa, cogió una toalla y se aseó un poco antes de salir del dormitorio.

Emerald, la usurpadora del trono [YA A LA VENTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora