Berserkers

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     Fue una noche difícil para Aimer.

Se despertó varias veces y tuvo sueños extraños. Por un momento pensó que se estaba volviendo loca; pero su fuerza de voluntad y su convicción para completar su misión hicieron que se deshiciera de esa idea y se mantuviera fuerte y segura.

Dust despertó temprano, y Aimer ya lo esperaba despierta. Recogieron rápidamente sus cosas, montaron sus caballos y siguieron el viaje. La tierra se hacía menos seca a medida que avanzaban; se habían alejado bastante de donde acamparon cuando el sol estuvo sobre ellos. El viento era más fresco y Aimer se sentía mejor. Le dio el mapa a Dust para que él, que conocía mejor el camino, dirigiera su marcha.

El Centro de Navegación en Silver City ya no estaba tan lejos; era casi un hecho que llegarían a salvo. Pero Aimer se aburría; Dust no hablaba mucho. Estaba muy concentrado en el viaje. En una de sus breves charlas le había comentado que sus compañeros lo llamaban «el Silencioso», y Aimer entendía por qué.

—¿Por qué necesitas un barco? —le preguntó Dust a Aimer, luego de unas horas de silencio. Tal vez intuyó que estaba aburrida.

—¿Conoces la Isla Fantasma?

—¿La Isla Fantasma? —Dust levantó una ceja—. He leído un poco y también he escuchado rumores. Es un lugar muy lejano, del que nadie ha vuelto. ¿No estarás pensando en...?

—¿Ir a la Isla Fantasma? Pues, sí —respondió Aimer, sus labios rosados revividos habían esbozado una dulce y tierna sonrisa.

Dust tiró de las riendas del corcel para frenarlo; no podía creer lo que Aimer le estaba diciendo.

—¿Hablas en serio, niña? —le preguntó Dust—. Ese lugar ni siquiera aparece en muchos mapas, nadie sabe si de verdad existe o es solo una historia de marineros.

—Es una locura, ¿verdad? —Aimer no detuvo su caballo—. Pero el arma que quiere mi amigo está allá.

—¿Un arma? —Dust espoleó su montura para volver al lado de Aimer.

—Sí..., la Espada del Salvador.

—¿Salvador? —Dust estaba muy confundido—. ¿La antigua leyenda de los Salvadores? ¿Los héroes que salvaron al mundo, hace miles de años?

—Sí —dijo Aimer entre un suspiro. Tal vez estaba hablando de más, pero no importaba. Las cosas eran así: extrañas e increíbles—. Resultó ser que no era una simple leyenda: al parecer mi amigo es el VI Salvador y le corresponde tener la Espada del Salvador. Según un cazador de tesoros de Exis, una de las posibles ubicaciones de esa espada es la Isla Fantasma.

—Espera. —Dust comenzaba a dudar—. Me dijiste que tenías amigos mercenarios, y un elfo, te creí eso; ahora me dices que uno de tus amigos es un Salvador y que quieres ir a la Isla Fantasma a buscar una espada mágica... ¿Es cierto todo lo que me dices? Porque empiezo a creer que en realidad no eres Aimer III Cerphys.

—Soy Aimer III Cerphys —respondió Aimer con el ceño fruncido—, hija única del rey Gio Cerphys y la reina Dana Fywart, nieta de Patrick I Cerphys y Aimer II Triant, descendiente de Aimer I la Mujer Dorada, legítima soberana de las Llanuras de Águilas, monarca de la casa Cerphys y reina de Gerakia. No te he mentido en nada.

«Tal vez la encontré muy tarde —pensó Dust—. Perdió la cordura en el desierto».

—Sé que estás pensando que estoy loca. —Aimer sonrió—. Solo espera, llévame al Centro de Navegación y comprenderás todo.

Cuentos de Princesas y Mercenarios [IronSword / 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora