En el Arroyo

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        Las calles de Exis estaban vacías de noche. El susurro del viento eclipsaba los tenues sonidos nocturnos. Aimer III Cerphys, Noam, Jeriko y Koru caminaban de regreso a la posada después de pasar todo el día recorriendo la ciudad.

Después del largo viaje para llegar a la ciudad y los primeros días llenos de incertidumbre, resultaba agradable caminar para despejarse en una noche tranquila. Tenían un día libre mientras Kyalo hablaba con el Consejo Real Exiano y planteaba la una posible estrategia de batalla.

Su historia resultaba increíble. Haber sido el mejor amigo del primer rey y haber luchado junto a él para fundar el reino era una historia digna de una leyenda donde la política y la magia se unían. «Un buen escriba podría transcribir la historia a un libro, la historia sería inmortalizada», meditó Aimer. Pero esa sería una decisión que tendría que tomar Kyalo; tras tantos años al servicio del reino, se había ganado el derecho de decidir qué hacer con su historia. Por el momento (y hasta que terminara la guerra con los Jamzais y se eliminara su maldición), seguiría escribiéndola.

Los Jamzais no resultaban menos sorprendentes. El que una tribu, al parecer primitiva, pudiera resistir por más de cien años una guerra contra caballeros armados era realmente sorprendente. Los Jamzais debían ser increíblemente fuertes. Además, también tenían a los Berserkers...

—¿Creen que puedan vencer a los Berserkers? —les preguntó Aimer a los muchachos.

—No lo sé —respondió Noam, indiferente—. Si pueden morir, los puedo matar. Solo quiero acabar rápido con esto para que me paguen. —Señaló a Koru—. A diferencia de tu aldea, los reyes sí tienen dinero para pagarnos.

—Vaya, tu generosidad se agotó más rápido de lo que imaginaba —replicó Koru, levantando una ceja—. Como sea. No deberías tomarlo tan a la ligera, Noam. Los Berserkers podrían ser...

—Qué aburrido eres, Koru —interrumpió Noam—. Abres la boca y me da sueño. Pensaba que los duendes eran más divertidos.

—¿Duende? —gruñó Koru—. No vuelvas a llamarme así.

—¿No eres un duende? —rió Noam—. Mis disculpas. Es que esas orejas...

—Ah, ¿quieres pelear? —Koru se plantó frente a él.

—Sabes que podría vencerte sin mucho esfuerzo. —Noam se cruzó de brazos—. Pero si quieres medir nuestras fuerzas...

—Por favor, no —les dijo Aimer en tono tenso. « ¿En verdad van a pelear en media calle?».

Noam le volvió la vista a Jeriko; este lo observaba con fastidio.

—Si comienzan a pelear —les dijo—, yo me uniré también... En el mejor de los casos, terminaremos con huesos rotos, lo cual será muy malo para la batalla contra los Jamzais.

Noam suspiró y relajó sus hombros. Koru se apartó lentamente y continuaron caminando.

—Quería ver qué tanto me tolerabas —le dijo Noam al elfo, sin que Aimer y Jeriko se percataran.

—Ya ves que muy poco —gruñó Koru.

Noam soltó una risita.

—No te preocupes. Algún día nos enfrentaremos. Y, por supuesto, te derrotaré.

—Sigo preguntándome por qué tienes esa marca en tu pecho —replicó Koru—, no eres digno de llevarla.

—No sé de qué hablas. —Noam hizo una mueca—. Solo apareció tras la batalla. No me molesta que esté ahí.

Cuentos de Princesas y Mercenarios [IronSword / 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora