Promesa de Sangre

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     El castillo RockSword no era el más grande de Asteris, ni el de mayor esplendor; pero sí tenía un diseño elegante. Abundaban las columnas de marfil y las pinturas de los primeros reyes, Ciranov y Ketriko Grands entre ellos, vestidos siempre con sus armaduras negras.

En el salón del trono, Kyalo, Noam, Jeriko y Koru estaban de rodillas ante el rey Taydarius Grands. Este estaba sentado en el Trono de Exis, junto a su reina.

Comparándolo con sus antecesores, Taydarius era muy diferente a los reyes guerreros. Era un hombre delgado y bajo, con el cabello negro con algunas hebras plateadas, estaba en sus treinta años. Tenía una barba y bigotes bien cuidados. Sus ojos eran cafés y su nariz alargada. Se notaba a leguas que no era un guerrero. Pero sobre su cabeza reposaba la corona de oro de los reyes de Exis.

Sentada a su izquierda, en un trono más pequeño, estaba la reina Lea, ataviada en un vestido blanco. Era una mujer morena joven y bella; de no más de veinticinco años y con grandes ojos negros. Estaba en los últimos días de su embarazo. Su vientre hinchado le impedía sentarse con total comodidad en su trono.

A la derecha del rey estaba el virrey, lord Proggun Orlaynd; y a la izquierda de la reina estaba el consejero Real, lord Fraggy Olander. Detrás de ellos, los guardias Reales permanecían inmóviles como estatuas, con sus armaduras brillantes de color plateado y sus capas rojas.

—¿Mercenarios? —preguntó el rey—. ¿Piensas resolver una guerra que ha durado más de cien años contratando solo a tres mercenarios? Tendrás que explicarnos mejor, Kyalo.

—No son solo mercenarios, Alteza —replicó Kyalo—. Noam y Jeriko, pese a su juventud, pertenecieron a una banda de mercenarios muy cotizada en el oriente de Asteris. Son guerreros únicos. Además, con suficientes hombres, podríamos...

—Son unos niños —replicó el rey, enderezándose en el trono—. ¿Cuántos años tienen, muchachos?

—Dieciocho —respondió Jeriko en tono frío. Noam asintió también, con gesto estoico.

—No nos gusta enviar a guerreros tan jóvenes a la guerra —interrumpió la reina Lea—. No queremos acortarles tanto la vida. Soldados del doble de su tamaño y con más experiencia en batalla han sido derrotados por las hordas salvajes de los Jamzais y esos monstruos gigantes que van con ellos.

—Enviamos soldados así de jóvenes una sola vez a la guerra —comentó el virrey Proggun Orlaynd—. No terminó bien.

—No se preocupen, mis señores. —Las palabras de Noam no podían parecer más falsas—. No angustien sus vidas por nuestra seguridad. No moriremos. Somos guerreros inigualables, confíen en nosotros. —En realidad, solo quería el dinero.

La reina frunció los labios; no cambiaba su opinión.

—Somos los últimos supervivientes de nuestra banda —agregó Jeriko—. Solo Noam y yo sobrevivimos. ¿Por qué cree que fue?

Los reyes se miraron y guardaron silencio... No conocían bien a los mercenarios para sacar esa conclusión.

—¿Cuál era el nombre de esa banda? —preguntó el consejero Real, lord Fraggy Olander mientras arqueaba las cejas—. Si era una banda tan cotizada, debía tener un nombre, ¿no?

—Era la banda de Kyuko—respondió Jeriko, dando unos pasos al frente. La respuesta pareció darle risa al consejero—. Él era su comandante.

—¿Kyuko? —El virrey conocía ese nombre—. Sé quién es... Era un mercenario poderoso aunque solitario; su banda era pequeña, pero fuerte. Escuché que exterminaron varios grupos insurgentes y combatieron a bandas criminales por sumas altas de dinero. ¿Ustedes eran de esa banda?

Cuentos de Princesas y Mercenarios [IronSword / 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora