Parte I: Caída de Gerakia - Invasión a Gerakia

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     La princesa Aimer III Cerphys se preparaba para asistir a la reunión del consejo de su padre. En otra situación habría estado ansiosa. Pero había mucha tensión en ese momento.

Solo le gustaba asistir a las reuniones del Consejo Gerakiano cuando recibían embajadores de otros reinos, comerciantes astutos, caballeros galantes y nobles damas. Pero eso no ocurría muy a menudo. En la reunión que se había convocado no habría nada de eso, Aimer lo sabía muy bien.

Belly y Mae, sus doncellas, la ayudaban a vestirse y peinarse. Aimer se miró en el espejo. Todo el mundo le decía que era hermosa, y no estaban errados: era esbelta, con la tez clara y labios rosados; tenía el rostro delicado, grandes ojos verdes como esmeraldas y el cabello dorado reluciente largo hasta la cintura. Para esa ocasión había optado por un vestido ornamentado. Se decoró con pendientes, una gargantilla dorada con un rubí incrustado y una corona, símbolo de su título.

—Ya está lista —dijo Belly, aplaudiendo.

—Luce hermosa, princesa —convino Mae.

«Siempre me dicen lo mismo», pensó Aimer. Aunque no le molestaba. Les agradeció y salió de su habitación.

El castillo GoldenHouse era la morada ancestral de la casa Cerphys, construida por órdenes de Aimer I la Mujer Dorada, la primera reina de la Llanura de Águilas. El estar todo construido con roca amarillenta le daba un aspecto reluciente y cálido al castillo. Era realmente enorme. Se ubicaba al sur de la ciudad. El reino estaba ubicado en la región Centro-Norte-Este del continente de Asteris. La Llanura de Águilas era una zona fértil y muy poblada; había grandes campos de rosas doradas y muchas granjas. Su capital, Gerakia, tenía más de quinientos mil habitantes a la fecha y se estimaba que aumentarían en los próximos años. Además, tenía otras dos ciudades provincias: Gold City y EarthBlock.

Mientras caminaba hacia el despacho de su padre, vio por el rabillo del ojo a dos jóvenes que luchaban con espadas de madera en los pasillos. Eran Erd y Driann, dos plebeyos que soñaban con ser caballeros. Cuando vieron a Aimer, detuvieron su lucha y le dedicaron una torpe reverencia.

—Princesa —dijeron al unísono.

—Luce hermosa hoy —agregó Erd.

—Gracias, igual ustedes —respondió Aimer. La verdad no se veían bien: magullados, sudorosos y desaliñados. Pero eran como primos para Aimer; ellos eran buenos con ella, y ella era buena con ellos.

Ante la puerta del despacho del rey había dos guardias, ataviados con sus armaduras doradas con un águila en el peto. Las águilas doradas le habían dado el nombre al reino y eran el emblema de los reyes Cerphys. También los llamaban Reyes Águila.

—Princesa —saludaron los guardias al unísono.

Aimer respondió el saludo y pasó al interior del despacho. Su padre, el rey Gio II Cerphys, estaba a la cabeza de la reunión. Era un hombre corpulento, de cuarenta y dos años; tenía el cabello rubio largo hasta los hombros y con algunas hebras plateadas, y una barba más blanca que rubia bien recortada. Tenía cejas pobladas y ojos verdes oscuros.

Al lado del rey estaba la reina Dana Fywart. La madre de Aimer era una mujer muy elegante, con ojos cafés y el cabello de color miel recogido en una trenza. Ese día lucía un vestido gris con bordados blancos y un collar de zafiros.

Con ellos estaban reunidos el virrey, lord Masst; lord Soren, el consejero Real; y sir Brynton Walko, el comandante de la Guardia Real de las Águilas.

—Ah, Aimer —dijo su padre cuando ella entró—. Llegas a tiempo.

—Padre, madre —saludó Aimer—. Buenos días, mis señores.

Cuentos de Princesas y Mercenarios [IronSword / 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora