ж Capítulo XIV: Tras la pista de cuervo (I) ж

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—¿Qué clase tienes primero, Julian? —Draven se puso en medio de Emerald y él para disminuir la tensión del aire.

—Hechicería —respondió y de inmediato observó a Emerald.

—¿De verdad? Pensé que tendrías otra materia.

—Mi horario no es tan diferente al de ustedes. De hecho, la mayoría de la clase Virtuosa tiene Hechicería justo ahora.

—Qué motivador —dijo la princesa, quien había dejado escapar un suspiro involuntario.

—¿Qué motivó que entraran a Hechicería? —preguntó Julian cuando pasaba por su lado—. No quiero sonar grosero, pero... hay ciertos encantamientos que requieren de magia.

—Para ser buenos guerreros, debemos aprender la mayor cantidad de cosas posibles —respondió enseguida Emerald, quien se había adelantado un poco.

—Interesante. —Fue lo único que dijo él antes de continuar con su camino.

En ese punto, Draven era el único que podía entablar una conversación común y corriente con Julian. Emerald se ponía nerviosa, no lograba actuar con naturalidad cuando el pelinegro rondaba cerca de ella.

Al llegar al salón, los de la clase Virtuosa, quienes se encontraban sentados cerca de la pizarra, guardaron silencio y se quedaron observando al grupo que acababa de entrar. Trellonius, que estaba conversando de forma amena con una muchacha de cabellos blanquecinos y ojos celestes, detuvo su conversación y esbozó una sonrisa sarcástica.

—Creía que no era posible oler el fracaso, pero veo que estaba equivocado.

Emerald apenas lo observó de soslayo con desinterés y tomó asiento en uno de los bancos de la última fila. Draven hizo lo mismo y Julian, contra todo pronóstico, se sentó justo en el asiento libre que estaba frente a ellos.

—¿Qué pasa? —preguntó Trellonius de forma sarcástica—. ¿Les comió la lengua un duende?

—¿Estabas hablando? —exclamó Julian, quien se encontraba cruzado de brazos—. Pensé que estaba escuchando rebuznar a algún animal.

—Tú no te metas, gitano.

—¿Es el único insulto que conoces? —El pelinegro reposó los codos sobre la mesa y colocó su cabeza sobre la palma—. Escucharte repetir lo mismo cada vez que nos cruzamos solo es un indicativo de lo tonto que eres, Trellonius.

El rostro del muchacho se puso rojo de ira, pero cuando estaba a punto de ponerse de pie para lanzar algún tipo de encantamiento, la puerta se abrió de forma estrepitosa y dejó a la vista a Dindarrium Gregory, quien los observó con desdén a ambos. Julian le dirigió en ese punto una mirada indescifrable, pero estaba más que claro que el maestro no se dejaría amilanar por el hecho de que él fuera el hijo de su rey.

—Guarden silencio —indicó a medida que caminaba hacia el pizarrón. Una vez allí, sujetó un trozo de tiza y escribió en él «encantamiento paralizador».

Todos observaron atentos. Nadie parpadeaba y no se oía ni siquiera el sonido de la respiración de los presentes.

—Díganme las bases para realizar de forma correcta un encantamiento paralizador sin matar a su víctima. —Su voz retumbó imponente y generó un temblor casi generalizado.

—El requisito más importante es encontrarse a una distancia adecuada de la persona a la que se le lanzará el hechizo —respondió Julian de inmediato, y Dindarrium se limitó a asentir.

—Correcto —dijo de forma escueta; luego, volvió a sujetar la tiza y dibujó a dos personas, una parada frente a la otra—. Ahora, ¿quién puede decirme cómo es posible evadir este hechizo?

Emerald, la usurpadora del trono [YA A LA VENTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora