Mi historia

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No soy una chica normal, al menos dejé de serlo desde hace mucho tiempo. Tengo 109 años, para los humanos tengo 17. Soy la princesa de los vampiros, siempre había sido mi sueño ser una princesa, pero dejó de serlo al ver a lo que me estaba enfrentando. Mis padres son los reyes de todos los vampiros que existen aquí, en Estados Unidos.

Mi madre y yo éramos humanas, pero ella se enamoró de mi actual padre y, tras descubrir su secreto, ambas nos convertimos en vampiros, pero fue la peor decisión que pudimos escoger. Ser vampiro no es fácil, tienes que enfrentarte a muchos miedos y dificultades. Y si no, que me lo digan a mí. Desde que nos convertimos, mi padre comenzó a maltratarme para que yo hiciera lo que él quería, mientras mi madre no se daba cuenta de nada. Gracias a ello ahora tengo muchos miedos e inseguridades, además de cicatrices por todo el cuerpo.

Con ello también llegaron las batallas contra equipos enemigos, hubo una batalla que fue la peor de todas, una de las batallas que iba a acabar llenando todo mi cuerpo con dolor, en la batalla en la que perdí a mi madre para siempre, en la batalla que fue ganada para mi equipo, pero que para mí fue perdida, la batalla que me hizo huir.

*Flashback*

Nunca ha sido fácil para mí pelear en unas batallas de tan alto nivel, pero siempre surgen por algo, como por la comida, pisar el territorio de otros...etc. Nos encontramos en Alaska, en las montañas donde todo está nevado en esos momentos del año, pues era invierno. Yo estaba acostumbrada al frío, pues siempre tenía el cuerpo destemplado.

Me sentía muy débil después de seguir peleando sin resultado alguno por parte de ninguno de los bandos. Pero, cuando yo pensaba que todo estaba acabado para mi equipo, en realidad todo estaba acabado solo para mí.

Escuché a mi madre gritar, por unos momentos pensé que no pasaba nada grave, pero cuando me di cuenta de lo que pasaba, mi garganta soltó el grito más alto que alguien pudo soltar en años. Todo pasaba a cámara lenta a mi alrededor, mientras lloraba, gritaba y, de rodillas en el suelo, retorcía nieve bajo mis puños, sinceramente no hubiera querido que fuera un humano en vez de nieve, porque le hubiera hecho trizas.

-Tenemos que volver, ya no podemos estar aquí, es peligroso, vamos- ordena mi padre,  mi cuerpo no le hizo caso y acabé con todos los hombres del bando contrario menos con uno, que huyó. Me di cuenta de que todos se habían ido y me habían dejado ahí sola peleando, no sólo me habían abandonado a mí, también a mi madre. Al llegar a nuestro refugio, situado en Canadá, le planté cara a mi padre.

Después de ese momento nadie volvió a confiar en mi padre, mucho menos yo. Ese día me separé de él y todo lo que me rodeaba. Le abandoné. Le abandoné cómo él hizo con mi madre minutos atrás, y conmigo. Jamás iba a perdonarle aquello.

*Fin del Flashback*

Es duro volver a recordar aquello, pero he logrado convivir con ese recuerdo que me atormenta.

Es momento para deciros que no soy un vampiro cualquiera, soy bastante diferente a los demás. Aparte de ser la princesa, tengo poderes que nadie antes había visto. Duermo como los humanos, algo que los vampiros nunca han hecho, pues ellos no duermen. Mis ojos no son rojos, son violetas, pero extrañamente ante los humanos puedo cambiarlos de color a verdes. Consigo percibir a la gente, vampiro, humano o lo que sea, desde mucho más lejos que cualquier otro vampiro. No me fío de nadie que no sea como yo, y mucho menos me relaciono con los humanos como hacía antes. Puedo tener los síntomas que tienen los humanos: fiebre, vómitos, dolores de tripa...etc. Y por último, percibo el dolor mucho más que otro vampiro. Sí, soy muy diferente, lo sé.

Soy consciente de esto, mi padre me lo había advertido muchas veces antes de irme de casa, pero va a haber un momento en el que mis fuerzas acaben y esté tan débil que solo el amor verdadero de una persona podrá salvarme, y ese momento llegará el día en el que vuelva a encontrarme con él.

Estuve un tiempo viviendo en Wisconsin, pero no podía quedarme más tiempo, la gente crecía y yo no, iba a ser peligroso y arriesgado, además de raro para ellos, que la gente envejeciera y yo me quedara ahí, en perfecto estado, sin un año de más ni uno de menos. No me alimentaba de las personas, lo había dejado de hacer después de que mi madre muriera, los animales que vivían el bosque se ocupaban de ser mi alimento cuando era tiempo de caza. Y aquí pasamos a hablar de la Luna de Sangre. Todos los meses, en lo alto del cielo, aparece una luna roja color sangre, por eso se llama así. Ese día, todos los vampiros salen a cazar, pues el resto del mes no necesitan alimento alguno.

Os preguntaréis, ¿es eso cierto de que a los vampiros se les mata con cruces, ajos y todo ese rollo? Siento deciros que no, la única manera de matarles es arrancándoles la cabeza. Al igual que la única manera de que los vampiros supieran si una persona era como ellos, tenían que tocarla, por lo que podías estar rodeada de vampiros o humanos y no podrías darte cuenta si no les tocaras uno por uno.

De mi vida en general, aparte de lo que os he contado, no hay mucho en especial. Pocos amigos, buenas calificaciones, miles de graduaciones y una casa en muchos Estados. La única amiga que me marcó de verdad fue una chica a la que conocí desde que tenía tres años, mi mejor amiga Aura Williams. Habíamos pasado por muchas cosas juntas, me ayudó con muchas cosas y fue mi sombra igual que yo la suya. Claramente separarnos no fue nada fácil, pero me había convertido en un vampiro y ella no iba a ser la única que notaría que no envejecía, que había dejado de celebrar mi cumpleaños, que había dejado de envejecer, de contar los años que tenía.

Creo que después de contaros un poco mi vida, pensaréis que soy rara, que mi vida es de lo más extraña y que no hubierais querido estar en mi lugar, ni siquiera yo quería estarlo.

Blood MoonWhere stories live. Discover now