VEINTICINCO

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Serena y el pequeño bebé dormían plácidamente, Darien los observaba desde el pie de la cama; Haruka no estaba y apenas salió el joven, decidió entrar a la habitación donde estaban internados el pequeño bebé y la mujer de sus sueños

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Serena y el pequeño bebé dormían plácidamente, Darien los observaba desde el pie de la cama; Haruka no estaba y apenas salió el joven, decidió entrar a la habitación donde estaban internados el pequeño bebé y la mujer de sus sueños.

Estaba tan arrepentido de todo lo que había hecho, se sentía devastado, ver a Haruka estrechar en sus brazos a su hijo; cuidando de Serena, le hizo entender de golpe todo lo que había perdido y que no había forma alguna de recuperarlo.

El pequeño bebé se inquietó, se comenzó a mover en la pequeña cuna; colocada al lado de la cama de Serena; hizo un esfuerzo y ensució el pañal. Darién se quedó viéndolo, esperando alguna reacción más y como si el bebé supiera, comenzó a llorar. Serena no escuchó el llanto del bebé y siguió durmiendo como si nada.

—Ya bebé, sshh —lo consoló Darien, lo tomó en brazos y lo colocó de manera a poder cambiar el pañal.

El pequeñito siguió llorando amargamente y cuándo al fin el hombre acabó su tarea, entró Haruka a la habitación.

—No le hice nada malo —se defendió de inmediato Darien— ensució el pañal y comenzó a llorar, Serena no ha reaccionado aún.

—Gracias por atenderlo —sonrío Haruka y tomó al bebé en sus brazos, estaba rojo por el llanto y Darien comenzaba a desesperarse.

El bebé al sentir la cercanía del joven dejó de llorar de inmediato, quedándose dormido una vez más en sus brazos. Darien se sintió miserable, su hijo no lo conocía y no le gustaba estar en sus brazos, era el hombre más desdichado del mundo.

Haruka lo miró desde su lugar, se veía demacrado y cansado, no era el mismo hombre que respiraba autosuficiencia y llevaba el cartel en la frente de “ególatra”; sintió pena por él.

Luego del almuerzo Mina y Rei arribaron al hospital estaban ansiosas por conocer al bebé. Llevaron varios obsequios al recién nacido y lo llenaron de mimos.

—¿Cómo te sientes querida? —indagó Mina con voz suave.

Rei se sentía orgullosa del comportamiento de su novia, sabía que le estaba costando contener toda su emoción. Pero estaba haciendo un muy buen trabajo.

—Todavía agotada —musitó Serena— y debo seguir tomando unos medicamentos, por mi presión alta. Puede tardar en normalizarse.

Ambas chicas observaron a Haruka, quién negando con la cabeza, les confirmó que Serena no sabía nada aún de la delicadeza de su salud. Por su preeclampsia, debía seguir bajo tratamiento en el posparto.

—Es por tu bien, Serena. Pronto te recuperarás —agregó Rei.

La rubia asintió, lo sabía muy bien.

—Cuéntanos, Serena ¿cómo fue el parto? —sondeó Mina curiosa.

Pero la imagen de una Serena agotada, la hizo recapacitar y decidió esperar para saberlo todo.

Mi chica predilecta ©Where stories live. Discover now