Capítulo 34

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Ethan

Cuando Diamond Hamilton se enoja, es mejor no molestarla. Y es justo lo que he hecho desde que salimos de la galería, aunque también me he estado aguantando las ganas de reírme y lanzarme sobre ella para devorar sus apetitosos labios que en estos instantes están fruncidos en una mueca de irritación.

Diamond celosa es algo totalmente nuevo y agradable de ver. Sin embargo para ella es una vergüenza por la expresión que mantiene. Su rostro algo rojizo, sus ojos encendidos en furia y entrecerrados, su boca en una fina línea demostrando todo lo disgustada que está.

–Diamond– digo tratando de destensar las cosas.

–Cierra el pico– gruñe antes de darme una mirada fría.

–¿Pero qué pasa?– insisto.

–¿No dije que te callaras? No te he dado permiso de hablar y de dirigirle la palabra a tu señora– toda mi piel se eriza al entender todo esto. ¡Mierda!
Me pongo recto en mi lugar captando a la perfección que quien está ahora a mi lado no es mi mujer, ni mi amante, es mi señora. La anticipación corre por todo mi cuerpo sumiso, acumulándose toda en mi entrepierna. ¡Joder! Me remuevo en el asiento de cuero del Mercedes Benz y la mano de Diamond se posa en mi muslo. Me giro para verla y tiene su mirada al frente, dura y glacial.

Sus dedos ascienden lentamente por todo el pantalón del traje hasta llegar a la zona donde está mi pene acomodado y ligeramente erecto. Aprieta su mano allí haciéndome aspirar aire entre los dientes para no gemir ya que estamos en compañía.

–Ray, cambia el rumbo. Directo al Temptation– dice la orden saboreando las palabras en su boca.

Si antes se me erizó la piel, ahora me estremezco por completo, y no de manera placentera, todo lo contrario, recordando la última vez que estuvimos allí y que todo se fue a la mierda.

¿Está haciendo todo esto porque está celosa? Al parecer es así.

–Claro, señorita– dice el hombre sin chistar antes de doblar en U en el próximo retorno, dirigiéndose al otro lado de la ciudad hacia el club.

A la media hora llegamos al lugar, como siempre no parece que dentro hay un club de sexo. Entramos y la recepcionista nos recibe con cordialidad.

–Quiero mi habitación– dice Diamond con gesto serio y la mujer asiente.

–Por supuesto, señorita Hamilton.

La joven teclea en el computador antes de entregarle la tarjeta magnética a Diamond y desearnos una placentera noche.

Como es normal vamos a los vestidores y dejamos nuestras cosas en los lockers quedando en ropa interior. Esta vez Di se queda con el sostén puesto.

–Vamos– ordena sin dirigirme la mirada. Como lo ha estado haciendo desde que salimos de la galería.

Al parecer la cosa va en serio, demasiado y me pregunto qué cosas pasarán ahí adentro. Mi cuerpo lo pide, lo anhela y a la vez está alerta, dispuesto a rechazar cualquier movimiento en falso.

No nos detenemos como siempre en la barra, si no que vamos directamente al salón que usa exclusivamente la dueña de este lugar y mi corazón. Entramos y el olor a vainilla se siente en el aire, también la música suave inunda la estancia, todo está limpio y acomodado con extrema dedicación.
Diamond por fin se gira a verme y lo hace con esa mirada que logra encender cada partícula de mi cuerpo en llamas. Se acerca unos pasos y se detiene a centímetros mí.

–A la pared– señala un marco cuadrado con unos ganchos en cada esquina de los que cuelgan unas cadenas finas de acero. Trago saliva y bacilo un poco –Ahora– ordena.

Mi Señora (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora