Grecia acababa de tener el orgasmo más fuerte de su vida, y no creía que nada pudiera superarlo; luego, nuevamente Adam entró en ella de golpe y sus terminaciones nerviosas chisporrotearon a una electrizante vida, sacudiéndose ante el deseo y la pasión que recorría su cuerpo. Su miembro se sentía aún más grueso de lo que recordaba.

Cuando él retrocedió, rozando sus tejidos sensibles, un grito tembloroso salió de ella. No tenía nada que ver con el dolor y todo con el puro placer. Incapaz de mantenerse quieta, levantó la parte inferior de su cuerpo hacia él, empuñando las sábanas. Las manos masculinas le acariciaron y apretaron los muslos, sujetándola, pudo ver que él tenía los hombros duros, los bíceps definidos y la mandíbula apretada cuando empujó al entrar y entonces, salió de nuevo, dejándola necesitada.

Grecia intentó seguirle el ritmo, gritó de frustración cuando él se salió del todo; pero un parpadeo después, regresó dentro y esta vez, no hubo ritmo. Fue duro, profundo, fue perfecto.

Sus paredes se envolvieron alrededor de su miembro. —Sí, sí, sí. Oh Dios, Adam —dijo, gimiendo en forma de mantra, y solo se interrumpió cuando él apoyó las manos sobre la cama a cada lado de ella, mirándola fijamente y luego, se inclinó para besarla sin siquiera parar el modo en que le estaba haciendo el amor.

Grecia —dijo, en un gemido áspero; su cuerpo se puso rígido sobre ella. Empujó una última vez, llenándola y eso fue todo; el orgasmo la golpeó sorpresivamente, y la dejó sin fuerzas.

Adam se derrumbó sobre ella, su respiración áspera y desigual en su oído. Ella lo abrazó con fuerza. A pesar de que él todavía estaba enterrado dentro de ella, lo quería más cerca. Tan cerca como para que dejaran de existir como entidades separadas, quería permanecer así, desnudos uno en brazos del otro, para la eternidad.

Cuando su respiración se calmó, Adam levantó la cabeza y la miró. Terminó por fundirse en un charco cuando la intensidad y el brillo de esos hermosos ojos azules la absorbió.

—Podría quedarme la vida entera así —murmuró él, antes de que el timbre sonara, causando el llanto de Eros.

Grecia sonrió ante la mueca de disgusto que se dibujó en sus perfectos labios, dejó que la besara por un par de minutos antes de separarse de ella, deslizándose fuera de su sexo.

Lo observó vestirse a la velocidad del rayo, deleitándose con cada movimiento de su cuerpo. Ahí iba su mundo, su cielo azul; refunfuñando ante el insistente sonido del timbre. Ella se vistió también, y se dirigió a la habitación de Eros.

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Colocándose los guantes, Adam se dispuso a remover la maleza que comenzaba a crecer en el jardín trasero.

La noche anterior, había recibido la visita de Diane, casi había asustado la mierda dentro de él cuando la vio con los ojos hinchados, la nariz roja y congestionada, y el maquillaje estilo gótico.

Ella al parecer, había descubierto que sus padres iban a separarse y la noticia no le había sentado bien, aún así, él y Grecia la tranquilizaron, prometiéndole que hablarían con ellos.

—Jodida mierda —exclamó una voz masculina.

Levantando la mirada, se encontró con los ojos azules de Hunter, quien sonreía burlonamente.

—¿Qué carajos quieres? —espetó.

Hunter continuó sonriendo y se recargó contra la cerca. —Dime algo, ¿es verdad que rechazaste volver a la UFC? —preguntó.

—No es algo que sea de tu incumbencia.

—Lo es. ¿Por qué rechazaste el nuevo contrato?

—Darragh, es muy temprano para que comiences a joder mi mente, de verdad, ve a ocuparte de tus cosas y déjame tranquilo.

Ground And Pound© |TERMINADA|Where stories live. Discover now