18 | Luna Llena

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Lo único que Grecia necesitaba era perderse en el azul intenso de los ojos de su marido, sentir su calor; no había nada que deseara más que eso.

Volcando su deseo en él, le cedió el control y se permitió sentir de forma punzante las miles de sensaciones que provocaban sus caricias y besos. La besó de forma tan apasionada, tomando el fuego que los consumía a ambos y convirtiéndolo en un dulce infierno.

Inundada de sensaciones, y sintiendo sus manos vagar por todo su cuerpo, no se dio cuenta cuando él la colocó en la cama, hasta que el suave colchón cedió bajo su cuerpo.

Ella acogió la pesada dureza de su cuerpo cuando la cubrió, y sus muslos se separaron naturalmente, para que él pudiera acomodarse entre ellos. Con delicadeza, la despojó de su ropa, dejándola solamente en bragas.

Un suave gemido la abandonó cuando él separó su boca de la de ella. Estaba a punto de protestar cuando sus labios tocaron la suave piel de su cuello, y luego viajaron hacia abajo. Ella jadeó, y una sacudida de puro placer se dirigió hacia su sexo cuando él rozó un pezón.

Grecia gritó cuando él deslizó nuevamente dos dedos en el interior de su sexo, la invasión era tan agradable, y no pudo evitar retorcerse en su contra, con la ansiosa pasión controlando sus extremidades.

Su cuerpo corcoveó, sus caderas se arquearon y gimió, deseando y anhelando más de su toque y él le dio justo lo que pedía, enviándola al borde, gritando cuando el orgasmo la llevó a las profundidades del universo.

Antes de que pudiera respirar de nuevo, él se deslizó por su cuerpo hasta que su boca sopló suavemente sobre su sexo tembloroso y gritó cuando la lamió. Deslizando su lenga en su cavidad, haciéndola retorcerse de placer.

Qué más daba si afuera de su habitación, el mundo colapsaba, ella tenía lo que más quería, lo único que necesitaba y eso era lo más importante.

De repente, imágenes sobre una mujer sin rostro, apareció en su mente y se encontró en una habitación de hospital, mirando desde un punto inexistente, la forma en que esa mujer acariciaba a Adam, la forma en que lo tocaba y eso no le gustó en lo absoluto.

Nunca debió haber estado lejos de él por tanto tiempo, pero tampoco había sido su culpa, ella lo creyó muerto, pensó que su mundo de colores estaba completamente extinto.

—¿Grecia? —parpadeó ante la voz masculina—. Estás pensando de nuevo —se quejó Adam, mirándola fijamente—. ¿Cómo logro apagar ese cerebro tuyo?

—Lo siento —musitó—. Yo solo...

—Cariño, ¿qué es lo que pasa?

—Nada —respondió, negándose a hablar sobre lo que su suegra le había dicho—. Solo hazme el amor —pidió, sin despegar sus ojos de los de él.

Y así lo hizo, él se deshizo de las últimas prendas de ropa, y ella se concentró en solamente sentir y disfrutar. Adam sacudió sus caderas, deslizándose ligeramente dentro de ella mientras la llevaba más y más alto con su contacto; su cuerpo se apretó alrededor de él, tirando de él, atrayéndolo más cerca, buscando su boca.

Sus manos arañaron la espalda de él a medida que el orgasmo se construía como espiral dentro de su cuerpo, sus piernas envolvieron su cintura y se encontró moviéndose con él; el sonido de su carne estrellándose en cada embestida, los gemidos que salían de su boca, el suave resplandor de la luna llena filtrándose por la ventana, ella era consciente de todo ello y también del hombre sobre su cuerpo, con los ojos azules brillosos y cautivadores.

Gritó. Gritó y se deshizo en millones de partículas, pero no estaba sola, se encontró con Adam en cuestión se segundos, justo cuando él se dejó ir y gimió su nombre en agonía.

Ground And Pound© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora