02 | Ecos De Amor

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Jodido infierno. Si hubiese sabido que la mujer era así de chismosa, nunca le habría ido a informar sobre lo que planeaba hacer con el cableado.

Hunter tragó e intentó explicar la razón del por qué había cortado el cable que compartían, pero el hombre frente a él estalló antes de que cualquier palabra saliera de su boca.

—¿Es una jodida broma? —espetó el desconocido, mirando a Hunter.

—Yo no sabía lo del sistema de seguridad —se defendió.

—Pudo haberle preguntado a Grecia —señaló el otro hombre.

Respirando profundamente, Hunter enderezó los hombros, adoptando una pose mucho más segura.

—Cometí un error, lo acepto —dijo—, pero no creo que eso sea motivo suficiente para que todos ustedes me miren como si hubiese asesinado a un cachorro. A eso hay que sumarle que no los conozco.

El hombre que había abrazado a su vecina al llegar, dio un paso al frente, quedando delante de él.

—Tome —dijo, tendiéndole lo que parecía un control remoto—. Para la próxima vez que tenga problemas con el cableado, oprima el botón azul, el aire acondicionado de su casa funcionará rápidamente. Soy Darren Dixon, el...

—Cariño, a él no le importa quién seas tú —habló la mujer de cabello azul, luego, fijó sus ojos en Hunter—. Manténgase alejado de esta casa, y sobre todo de Grecia.

—Créame, señorita, no tengo la intención de acercarme a esta casa o a la señora Taylor —dijo, saliendo a toda prisa del lugar.

No es que estuviera huyendo. No, más bien trataba de refrescar su mente y de entender por qué le molestaba tanto haber visto a esos dos hombres abrazar de esa forma a su vecina y lo peor de todo, es que ni siquiera le había quedado claro quién diablos era el señor Taylor.

Maldita sea.

Esa bendita mujer estaba más protegida que la propia reina Isabel, ¿tenía a un grupo de personas al pendiente de ella todo el día? Él no encontraba una explicación lógica al hecho de que hubiesen aparecido tan rápido.

Pateando el bote de basura que estaba en la entrada a la cocina, soltó un gruñido de frustración e inquietud.

Solo llevaba un día de conocerla y ya estaba fastidiando su vida, llenándola de escenarios que no le gustaban en lo absoluto.

¿Quién diablos había sido tan tonto para enamorarse de ella y terminar casado? Él en definitiva le tenía algo de compasión al estúpido del señor Taylor.

Probablemente ella lo había emborrachado hasta la inconsciencia para que ese hombre terminara poniendo ese enorme anillo en su dedo. Y sí, se había fijado en el anillo que adornaba su mano.

El sonido de un claxon lo hizo suspirar y volver a guardar su mal humor, ese que él había jurado que no tenía desde hacía tiempo, pero ella se encargó de traerlo a la superficie.

Colocando una sonrisa en sus labios, Hunter abrió la puerta de su casa y salió al patio a recibir a su pequeño hijo.

—¿Qué te pasó? —preguntó Stephanie.

—¿De qué hablas? No me ha pasado nada.

—Traes una cara de pocos amigos —señaló.

Él la miró mientras ella bajaba la pañalera y demás cosas de Teddy.

—¿Puedes llevarlo en la mañana, temprano, por favor? —dijo, mientras volvía a rodear el auto.

—¿Bromeas? —inquirió—. Habíamos quedado en dos noches contigo y dos conmigo.

Ground And Pound© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora